El ritmo es irregular y las intenciones de Stiller no quedan demasiado claras
A la mayoría de los espectadores los entresijos críticos les traen sin cuidado. Pero se sorprenderían de hasta qué punto las facciones, pugnas y modas reinantes en el gremio mediatizan ciertas valoraciones que a su vez influyen en el ánimo de quien está por decidir qué película verá un fin de semana y que, en no pocas ocasiones, tienen más que ver con ajustes de cuentas y reivindicaciones generacionales que con los razonamientos cinematográficos. Así ocurre por ejemplo con las desmesuradas alabanzas hacia la actual comedia norteamericana —ejemplificada por Judd Apatow, los hermanos Farrelly, Adam Sandler o Ben Stiller—, sólo comprensibles si atendemos a unos criterios extrínsecos a las propias películas que por razones de espacio no hemos podido sino esbozar.
Desde luego, Tropic Thunder es una obra maestra si la comparamos con títulos como Lío Embarazoso, Amor Ciego o Zohan: Licencia para Peinar. Pero es que, en nuestra opinión, esos referentes son de muy poca calidad, poco más que acumulaciones de chistes de instituto con un nivel formal bajo mínimos. El cuarto largometraje de Stiller también se cuenta entre lo más interesante que ha escrito, dirigido y/o protagonizado el cómico en los últimos tiempos, pero de nuevo es una comparación que no nos lleva a ninguna parte; al fin y al cabo, la que sigue siendo su mejor película en cualquiera de sus facetas creativas, Zoolander, data de hace siete años…
Tropic Thunder no es, en definitiva, sino una comedia digna, cuya premisa ya ha sido explotada (Héroes fuera de Órbita), no tan divertida ni regular como sería deseable, demasiado coyuntural en muchos de sus apuntes críticos, y algo hipócrita en el desarrollo de su argumento: la filmación de una ambiciosa película sobre la Guerra de Vietnam ha escapado a todo control, y la última oportunidad para su director antes de que la productora decida cancelar el proyecto pasa por arrojar a sus prepotentes estrellas en mitad de la jungla, y que interpreten allí sus personajes bajo la mirada espía de decenas de cámaras diseminadas entre la vegetación. Lo que no sabe el equipo de rodaje es que han irrumpido en el territorio de un cártel camboyano de la droga, que confunde a los actores con agentes de la DEA.
La sátira sobre los mecanismos de Hollywood, las parodias de Apocalypse Now y Platoon, la idea de que muchas ficciones dramáticas han devenido convenciones que ya no es posible ligar a una realidad fuera de foco, la genial interpretación de Robert Downey Jr., los falsos anuncios y trailers con que arranca la película, son elementos de mucho interés. Lo que no quita para que la narración sea esclerótica, y el humor romo y reiterativo. Y cuando hablábamos de hipocresía, se debe a que Tropic Thunder es en sí misma un ejemplo de muchas de las cosas contra las que arremete (el despilfarro, las concesiones al estrellato, la consabida catarsis final que redime a los personajes, el exceso de acción y pirotecnia…), de modo que a uno no le queda demasiado claro si Stiller ha pretendido reírse implacablemente de Hollywood o si, como parte del sistema, encuentra tan divertido su funcionamiento como para hacer cómplice de él al público.
Nos inclinamos más por la segunda opción; es la que parece haber propiciado la aparición en Tropic Thunder de numerosas estrellas de renombre, así como el éxito de taquilla allí donde se ha estrenado la película. Y la opción que, posiblemente, le pase factura a no mucho tardar.