El distribuidor español, probablemente el más avispado de cuántas personas han trabajado o tenido algo que ver con esta producción, ha traducido el original El aire que respiro en un poco disimulado intento de acercar la película a su hermana mayor, la fundacional Vidas cruzadas (1993) de Robert Altman.
Inspirada en la narración fragmentada y existencialista de aquella y siguiendo la estimulante corriente que han continuado Alejandro González Iñárritu (Amores perros), Paul Haggis (Crash) o Tommy Lee Jones (Los tres entierros de Melquíades Estrada), Cuatro vidas hace hincapié en la evanescencia del ser humano y sus emociones, cuyos zarandeos y conexiones les llevan a cometer actos venerables o desastrosos.
Cuatro personajes en cuatro historias distintas pero relacionadas entre sí encarnan cada uno de esos sentimientos: El episodio de la Felicidad es protagonizado por Forest Whitaker, un hombre harto de su mediocridad que, confundido por la conjunción de unas casualidades, cree que su suerte va a mejorar radicalmente. En el Placer tenemos a Brendan Fraser encarnando a un matón con la extraña cualidad de prever el futuro en lo que a violencia se refiere, de ahí su oficio. Para la Tristeza, Sarah Michelle Gellar (sí, Buffy Cazavampiros) como una estrella del pop envuelta en un sucio asunto mafioso que le hace bajar de la torre dorada en la que vive. Y en el Amor, el siempre inaudito Kevin Bacon, un médico luchando por salvar la vida de su amada, esposa de su mejor amigo, mordida por una serpiente venenosa durante unos trabajos de investigación.
Tienen las películas de episodios o historias cortas la virtud de poder contar con repartos estimulantes ya que ocupan a las hiperactivas estrellas apenas unos días para el rodaje. En este debut del neoyorquino de origen surcoreano Jieho Lee también se da este hecho al que apenas saca rendimiento. Lee destacó en el festival de Sundance hace unos años por la realización del corto A nursery tale, y desde entonces ha estado alternando trabajos alimenticios (videoclips, anuncios) con la preparación de este largo junto con el también guionista novel Bob De Rosa.
Si ya las situaciones de los episodios mencionados resultan chocantes, el nexo que las une todas termina por rematar la inverosimilitud de lo narrado. Además, la cinta sufre todos los defectos clásicos de una ópera prima donde el autor pretende epatar con su pericia narrativa, bagaje personal y habilidades cinematográficas. Ni Lee ni De Rosa poseen esas cualidades, por el momento. Los personajes y sus historias son increíbles en el sentido estricto del término, la elección de la puesta en escena en cada secuencia es efectista y gratuita cuando no directamente errónea y la dirección de actores no existe, lo que lleva a muchos de ellos a cometer errores gravísimos, rozando el ridículo, que les puede llevar a malograr sus carreras (Gellar) si es que no lo están ya (Fraser, García).
Para poder contar correctamente algo de la enjundia y complejidad que se pretende hay que ser mucho más viejo o más sabio. O ambas cosas.