Paul Newman, fumador irredento desde su juventud, falleció el viernes 26 de septiembre víctima de un cáncer de pulmón. Contaba 83 años. El actor ya había anunciado hace unas semanas que se retiraba a morir en su casa de Westport, Connecticut, acompañado por quien fue su esposa durante cincuenta años, la también actriz Joanne Woodward (antes había estado casado con Jackie Witte. De la suma de ambos matrimonios nacieron seis hijos).
Con sus impresionantes ojos azules, la belleza de su rostro y su adscripción interpretativa a las doctrinas del Actor’s Studio, que revolucionaron Hollywood tras la Segunda Guerra Mundial y que también dieron alas a Marlon Brando y James Dean, Paul Newman no tardó en convertirse en una estrella de cine, posición que mantuvo hasta hoy.
Pero Newman, además, dirigió varias películas, fue piloto automovilístico, apoyó activamente causas políticas liberales y ejerció la filantropía a numerosos niveles. Sin duda, la relevancia de su figura va más allá de sus discutidas cualidades interpretativas, que él mismo puso en solfa en más de una ocasión: Newman fue un modelo de honestidad, rigor y compromiso con los demás en un mundo —no sólo el de Hollywood— en el que priman cada vez más el egocentrismo y la autocomplacencia.
Nacido el 26 de enero de 1925 en Ohio, hijo de una católica eslovaca y un judío que regentaba una tienda de deportes, Newman terminó sus estudios universitarios en 1949, tras cumplir como soldado en la Segunda Guerra Mundial, donde llegó entrar en acción como operador de radio y ametralladoras.
Después de estudiar interpretación con Lee Strasberg, Newman se forjó como actor en la escena neoyorquina durante cinco años, hasta que el cine le dio su primera oportunidad en 1954: El Cáliz de Plata. A partir de ese momento nunca dejó de ser uno de los rostros más reconocibles de la Meca del Cine gracias a títulos como Marcado por el odio (1954), El zurdo (1958), La gata sobre el tejado de zinc (1958), El largo y cálido verano (1958, premio al mejor actor en Cannes), Éxodo (1960), El buscavidas (1961, la mejor película de su filmografía), Dulce pájaro de juventud (1962), El premio (1963), Cortina rasgada (1966), La leyenda del indomable (1967), Dos hombres y un destino (1969), El golpe (1973), El castañazo (1977), Veredicto final (1982), El color del dinero (1986, secuela de El buscavidas por la que consiguió el Óscar que tanto se le había resistido), Ni un pelo de tonto (1995), Camino a la perdición (2002) y Cars (2006, prestando su voz al automóvil Doc Hudson).
Sus películas como realizador estuvieron marcadas por la experimentación y la libertad creativa. Las más reseñables: Rachel, Rachel (1968), El Efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972) y El zoo de cristal (1987).