En un sombrío futuro cercano, el mercenario Toorop (Vin Diesel) recibe el encargo de escoltar a una hermosa muchacha desde Rusia hasta Estados Unidos. Por el camino les esperan a ambos –y a una mujer que completa el grupo– todo tipo de peligros, mientras se van desvelando algunos misterios en torno a la joven y al verdadero motivo detrás de esta misión.
Babylon es el quinto largometraje del hábil realizador francés Mathieu Kassovitz, cinco años después de Gothika, su primera incursión en terreno hollywoodiense. La buena mano del galo para facturar imágenes se mantiene en la lograda ambientación futurista, cercana al género conocido como cyberpunk. En el guión encontramos detalles interesantes sobre la caótica sociedad donde se mueven los personajes y sobre el funcionamiento de la misma; detalles que, como suele suceder en estos casos, son más valiosos por la transposición que podemos hacer respecto del momento actual que vivimos en nuestro mundo real.
Además, el guión (basado en la novela Babylon babies de Maurice Georges Dantec) sabe rendir pleitesía a grandes figuras del cine francés. Así, tanto Gerard Depardieu como Charlotte Rampling cuentan con sendos papeles para lucirse en la medida de lo posible.
En teoría, atendiendo a la buenas intenciones que parece mostrar y a algunas similitudes obvias en el argumento, la película debería hallarse en el mismo nivel que la muy recomendable Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006). Sin embargo, hay que tener en cuenta un elemento de la ecuación que termina por desequilibrarla: en el desarrollo de la historia hay que dejar espacio para que Vin Diesel haga lo que mejor sabe hacer, es decir, ejercer de curtido héroe de acción. Este detalle, que convierte la cinta en una versión mucho más ruidosa y menos sutil que el título antes nombrado, también termina por acercarla a ser una versión seria –tómese esto como se quiera– de El quinto elemento (Luc Besson, 1997).
Babylon tampoco es Matrix, ni mucho menos Blade runner, pese a que en todo momento nos movamos por lugares comunes a todos estos filmes, y que abunden las referencias trascendentes a la genética y los superhombres, así como los toques pseudomísticos que parecen inevitables últimamente en este tipo de historias.
Al final, lo que cuenta es que hay que ser generoso y conceder muchos minutos para que presenciemos las tremendas habilidades del musculado Diesel, pensando en la taquilla. Si además las escenas de acción no saben narrarse del modo adecuado, terminados sumidos en la confusión tanto si lo que buscamos es un alimento espiritual como si sólo esperamos un cuidado producto de acción. La sensación final es de banalidad, aunque si se ve en un día no demasiado malo es posible que entretenga lo justo.