El cartel de Asesinato justo es mucho más honesto que la película en sí, ya que en él podemos ver ocupando la mayor parte de espacio a las caras de sus dos protagonistas, Robert De Niro y Al Pacino, anticipando qué nos vamos a encontrar durante la proyección del film: un festival de tics de ambos, repitiendo actuaciones suyas que llevamos bastante tiempo presenciando en otras obras. En esta ocasión les podemos ver luciendo palmito en un producto que probablemente se promocione solo, atendiendo al tirón en taquilla que tienen ambos monstruos –este apelativo hace años tenía connotaciones positivas, y ahora no tanto– de la interpretación. De ahí que se prescinda de cualquier otra cosa en el póster.
Lástima que luego, ampliando a la cinta en su totalidad, también se haya prescindido de casi cualquier otro detalle que levante del sopor a este supuesto lucimiento actoral, sobre todo cuando las expectativas creadas por la promoción eran tantas: que si volvían a encontrarse De Niro y Pacino (tras El padrino II y Heat), que si entre los dos acumulan no-sé-cuántos Oscars y nominaciones a los mismos, que si el realizador Jon Avnet era quien había dirigido (hace 16 años) la mitificada Tomates verdes fritos –olvidándose de la infame 88 minutos del año pasado, también con Pacino–, que si el guionista Russell Gerwirtz hizo el libreto de aquella magnífica Plan oculto (Spike Lee, 2006)... Datos y más datos para embaucar a un público general que necesita de pocas excusas para pasar por caja.
Pero centrándonos en la historia en sí, tenemos a dos policías veteranos que investigan unos asesinatos cuyas víctimas son presuntos delincuentes a los que las fuerzas del orden no habían podido inculpar de un modo directo. Al parecer alguien se está tomando la justicia por su mano, eliminando a esas personas que, de otro modo, seguirían saliéndose con suya y cometiendo fechorías. Nada más empezar la proyección uno de los personajes confiesa la autoría de los hechos en un flash forward, detalle que a lo largo de la proyección da para pensar en la validez de dicha afirmación y que, a poco que se fije uno, acaba por reventar el giro final –supuestamente sorprendente– del guión.
Todo lo que sucede entre el planteamiento y la resolución va encaminado a que los dos protagonistas hagan bueno su poder icónico e intenten seducir al espectador, ocultando con su carisma los defectos de una producción que apenas logra despegar a base de lugares comunes trillados y un aburrimiento generalizado, salvado en ocasiones puntuales por una realización ágil. Sin embargo, la indignación va creciendo a medida que avanzamos hacia el final, y Asesinato justo termina por revelar su verdadera naturaleza de policiaco trivial sólo recomendable para quienes se dejen cegar por las rutinarias actuaciones de las dos viejas glorias que acaparan el cartel.