Podría recordarnos a la bellísima Los puentes de Madison sino fuera porque su guión se encuentra en las antípodas del filme de Clint Eastwood.
Bienvenidos a otra película romántica del galán por excelencia ya entradito en años Richard Gere. El argumento de la producción que nos ocupa contiene suficientes ingredientes para que la audiencia, esencialmente femenina (para que negarlo), disfrute a sus anchas echando lagrimas fáciles un sábado por la tarde. La acción se sitúa en un pequeño pueblo llamado Rodanthe, y más concretamente, en un rústico hotel en plena orilla de playa, también llamado, dado los tiempos que corren, el colmo de la aberración turística. En él pasan unos días Adrien (la siempre inpecable Diane Lane), una mujer separada y con dos hijos necesitada de un tiempo de reflexión para decidir si vuelve o no con su marido. Él (un gélido Gere), eminente doctor, se hospeda en el hotel motivado por un asunto del pasado que debe resolver. El tierno encuentro entre estas dos almas solitarias sólo es cuestión de tiempo.
Basada en una novela de éxito en Estados unidos -el autor ya ha visto dos de sus obras adaptadas a la gran pantalla, la interesante El diario de Noah o Mensaje en una botella-,el debutante George C. Wolfe se ha nutrido en la adaptación de un puñado de clichés románticos dando paso a un filme colmado de buenas intenciones y mediocres resultados. De este modo, Noches de tormenta entona una melodía ya conocida por un espectador que adivina sin problemas las notas que el director ha decidido tocar: la incomprensión de los hijos hacia los padres, el evidente proceso de enamoramiento y la resolución final del conflicto.
En muchos casos podría recordarnos a la bellísima Los puentes de Madison sino fuera porque su guión se encuentra en las antípodas del filme de Clint Eastwood. En esta propuesta su director tiene muy claro el sector del público al que va dirigida y para ello se ha valido de una pareja que funcionó hace años con la película Infiel, reportando a Diane Lane una merecida nominación al oscar. Tal y como queda reflejado en esta cinta, George Wolfe no arriesga un ápice y se decanta por el recurso fácil a la hora de narrarnos una historia que requería una mayor implicación por parte del realizador, algo que también habríamos agradecido al impasible actor Richard Gere cuya parálisis facial e interpretativa deja mucho que desear. Suerte que su partenaire sepa capear con buen oficio, dejando a un lado la tormenta del título, un guión que flaquea de principio a fin. Aunque siendo justos, esta producción no se encuentra entre lo más bochornoso del género romántico a pesar de utilizar toda la artillería pesada de almíbar, dejándose ver sin esfuerzo aunque no aporte nada para el recuerdo.