Juega a varias bandas con el biopic, el cine de acción y la comedia, saliendo airoso de todas ellas.
El pasado Festival de Sitges celebró el aniversario de Amanecer de los muertos (Dawn of the dead, 1978), la mítica película de George A. Romero y no fue la única resurrección a la que su especial público asistió. En una edición en la que, de manera fortuita, varias películas tocaban el tema religioso convirtiéndolo casi en una sección paralela, aparecieron "Los músculos de Bruselas" para presentar este enigmático film bajo las iniciales de su nombre.
Jean-Claude Van Damme pertenece por derecho propio a una estirpe de actores que sobrepasa los límites de la profesión en su reconocimiento público. Dueño de una biografía de leyenda, el actor belga pasó de ser campeón de artes marciales y dueño de un gimnasio en Bruselas a probar la aventura americana del cine llegando incluso a dormir en un coche alquilado mientras llegaba su oportunidad. Se convirtió en un ídolo a la altura de Sylvester Stalllone, Steven Seagal o Chuck Norris y por sus enormes habilidades en las artes marciales se le ha señalado en ocasiones como sucesor de Bruce Lee, algo que el propio actor ha rechazado. Los aficionados al cine le debemos el descubrimiento al mundo occidental del director hongkonés John Woo al que llamó para dirigir Blanco humano (1993), un estilista de la violencia que se ha encargado de rodar a posteriori películas tan conocidas como Cara a cara (1997) o Misión imposible II (2000).
Tras unos años en decadencia cinematográfica y rodeado de problemas de adicción, separaciones y altercados violentos, Van-Damme acierta al rodar este original guión que juega a varias bandas con el biopic, el cine de acción y la comedia, saliendo airoso de todas ellas. Teniendo al propio actor belga en la vida real como personaje, JCVD plantea una situación cotidiana en la que podemos comprobar las ventajas y tremendos inconvenientes de ser alguien tan conocido y estereotipado como él.
Acuciado por problemas con el fisco, hastiado de rodajes que le exigen siempre lo mismo sin considerar su edad o experiencia y en pleno proceso judicial por la custodia de su hija, el bueno de Jean-Claude se dirige a una oficina postal a retirar una cantidad de dinero que le envía su agente. La mala fortuna quiere que en ese momento se esté realizando un atraco en la oficina y que el propio actor quede atrapado como rehén. Una desafortunada confusión hace que Jean Claude sea visto tapando las ventanas de la sucursal junto a los atracadores, lo que desata la noticia en todo el mundo acerca de su autoría en el crimen. Su leyenda personal, su fama y los problemas por lo que está pasando hacen el resto del trabajo. El actor asiste asombrado como rehén a las noticias que se emiten sobre el delito, donde es señalado como autor.
Mabrouk El Mechri, deconocido cineasta hasta el momento, sale airoso de la apuesta y hace un tremendo favor a la carrera de Van Damme al retratarlo de un modo muy humano y dirigirlo con gran sentido del humor. Por su parte, el actor asume el reto y realiza un excelente papel (no hay nada más difícil que interpretarse a sí mismo) incluyendo un sorprendente monólogo biográfico cuyo nivel no es nada desdeñable. La acción está servida por la derivación de los acontecimientos del atraco y el humor por los continuos equívocos y exigencias que se le hacen al protagonista del que se espera nada menos que libere y resuelva la situación a patada limpia, como en sus films.
Sin tratarse de una producción redonda, deja unas cuantas reflexiones acerca del cine que consumimos y los héroes que creamos, a la par que un buen sabor de boca y la conciencia de que, al caerse la máscara del héroe, aparece una persona con infinidad de experiencias que pueden sernos útiles.