Para tratarse de una comedia apenas hay momentos realmente divertidos.
Las comedias románticas llevan mucho tiempo estancadas en el mismo patrón que les ha dado rendimientos durante las últimas décadas, porque no hay necesidad ninguna de cambiar sus parámetros. No cuando sus responsables son conscientes de que en el fondo los espectadores que acuden a las salas a ver este tipo de películas siempre esperan ver el mismo esquema –con muy ligeras variaciones de tanto en tanto– para poder regodearse en lo bonito que es el amor, en lo fácil que es encontrar a nuestra media naranja en medio del marasmo mundial, y en las risas que nos podemos echar durante todo el proceso.
Una novia para dos viene dirigida por el veterano Howard Deutch –debutó allá en 1986 con La chica de rosa–, en cuya filmografía apenas hay títulos reseñables. Nos tememos que el filme que aquí nos ocupa no supondrá una gran diferencia en ese aspecto. El guionista Jordan Cahan, por su parte, debuta con un guión donde una estructura de comedia romántica clásica se ha mezclado en la batidora con el lote completo de las groseras producciones de Judd Apatow (Virgen a los 40, Lío embarazoso, Paso de ti), dando como resultado un trabajo extraño que deambula con más pena que gloria, pese a un prometedor arranque.
Tank (Dane Cook) es un tipejo sin demasiados escrúpulos que se deja contratar por algunos individuos para que se ligue a sus ex novias. Durante su cita, Tank se mostrará ante ellas como alguien tan indeseable (machista y maleducado hasta límites insospechados) que a las pobres féminas no les quede más remedio que reconocer que con su antiguo novio tampoco estaban tan mal, regresando aliviadas a sus brazos.
El compañero de piso del protagonista, Dustin (Jason Biggs), requerirá de tan peculiares servicios para volver a conquistar a Alexis (Kate Hudson), pero en el proceso Tank descubrirá que tal vez haya encontrado en ella a la mujer de su vida. A partir de ahí comienza un baile de idas y venidas sentimentales a tres bandas que nos descubrirán que el zafio personaje principal esconde en lo hondo de su ser a un corderito que todas las madres quisieran para sus hijas.
Para tratarse de una comedia apenas hay momentos realmente divertidos más allá de las palabrotas soltadas a discreción (la única broma de una cierta inteligencia es el chiste a costa del Delorean de Regreso al futuro). Además, el barroquismo sentimental del que hacen gala los personajes les hace pasar por todo el espectro existente con respecto al ser amado: ahora te odio, luego me caes bien, más tarde te adoro... y vuelta a empezar. Llega un momento en que al espectador le cuesta horrores saber qué es lo que quieren lograr los personajes en realidad (la confusión es total en el caso de Tank), y cuando por fin parece que empezamos a captar sus propósitos, hacen justamente lo contrario de lo que sería aconsejable. Un mareo constante con muy poca gracia.
Los actores cumplen la papeleta, pero es imposible levantar unos personajes tan estereotipados –en el caso de Kate Hudson la cosa va tomando tintes preocupantes para su carrera–, y sólo la gestualidad de Jason Biggs levanta brevemente algunos tramos. Lástima que su presencia sea tan escasa.
Por lo demás, mucho machismo implícito –el mensaje que sobrevuela toda la cinta es que a las mujeres les gusta que los hombres las traten con rudeza–, y demasiado cliché romanticón de tres al cuarto como para conseguir crear una historia mínimamente entretenida.