Homenaje a los pioneros del cine, aquellos que con sus caídas, accidentes y puesta en peligro constante conseguían, cuando no había otros medios, que la realidad se convirtiese en fantasía.
A pesar de recibir el máximo galardón en el festival de Sitges 2007, The fall ha tardado un año en llegar a las salas españolas, dos en total desde que se rodó. El exceso de festivales de cine en nuestro país no es sinónimo de cinefília, ni siquiera de garantía de comercialización de las películas presentadas. Más bien responde a la promoción urbanística o turística con que algunos ayuntamientos han gastado parte de sus presupuestos. O lo que es peor, a la megalomanía de algún edil por codearse con determinados actores y actrices. Esta crisis que nos anima se ha encargado de finiquitar alguno, como el de Peñíscola, y esperemos que no lo haga con otros, como el de San Sebastián, que ha anunciado recortes de presupuesto.
El cineasta anteriormente conocido como Tarsem Sigh, ahora Tarsem (y no perdamos la esperanza, llegará a firmar con un símbolo, como hiciera Prince) es un artista. Y ni mucho menos lo decimos en sentido peyorativo. Sus hasta ahora dos únicos films estrenados están concebidos a partir de una fantasía visual que el director proyecta en lo que rueda, como lo podría hacer un pintor. Es decir, construye las secuencias de sus películas en base a la puesta en escena, algo realmente inaudito en el cine actual, en desuso, por la desenfrenada carrera hacia la espectacularidad con los efectos especiales. Sólo recordamos al Baz Luhrmann de Moulin Rouge! como referente parecido en la capacidad visual o a las cintas más oníricas del ya de por sí onírico David Lynch. Su anterior película La celda (2000) ya destacaba por esta cualidad y aunque con el tiempo se nos haya escapado su argumento, sí recordamos algunas de sus imágenes.
Si en su anterior film el director encontraba el resorte para introducir su imaginería por la peculiar terapia que una psicóloga administraba a un criminal, en este se vale del encuentro hospitalario entre una niña inmigrante y un aspirante a galán del cine mudo. El actor, paralítico por una caída al rodar una escena de acción, entretiene a Alexandria con la historia de cinco personajes de cuento que buscan matar al gobernador Odio, haciéndole así también mejorar su inglés mientras se recupera del brazo roto. El metraje ilustra ambas historias paralelamente, la primera en clave realista y la segunda con gran imaginación, pues el narrador improvisa los sucesos del cuento según las vivencias de Alexandria y las suyas propias. El progresivo desánimo del actor por su situación y una nueva caída de la niña hacen que ambos lleven el cuento a términos macabros, desgraciados. Sólo el poder redentor de la fantasía les hará animar un final distinto que también les sirva a ellos, en la vida real, para remontar el ánimo.
¿Y qué es el cine si no una fantasía que nos redime de la realidad? A pesar de cierto desaliño a la hora de encauzar el tema, las secuencias iniciales y final cosen el conjunto de una manera aclaratoria. The fall es un homenaje a los pioneros del cine, aquellos que con sus caídas, accidentes y puesta en peligro constante conseguían, cuando no había otros medios, que la realidad se convirtiese en fantasía para poder ser filmada. Tarsem Sigh, no sólo ofrece su guión como homenaje. En esta producción no hay un sólo efecto especial, en cierto modo, está filmada al modo de los pioneros. Sorpréndanse cuando vean sus imágenes: 26 localizaciones en 18 países distintos, cientos de especialistas, dobles y extras, todos bajo el talento visual de su director. Ya se nos había olvidado el tremendo poder narrativo y evocador que tiene un simple encuadre.