Derrickson, afable y entusiasta, recuerda con cariño a Robert Wise, nos habla de sus inquietudes cristianas y su relación con esta película, y reflexiona sobre la autoría cinematográfica en el Hollywood de hoy.
La primera pregunta puede sonarte un poco absurda, pero ahí va: ¿Cómo se prepara con un actor su papel cuando va a interpretar a un extraterrestre?
¡Empezamos a lo grande! [risas]. Tuvimos muchos debates sobre el tema antes de comenzar el rodaje. Pero no tanto sobre la voz y los gestos que adoptaría Klaatu, el personaje que encarna Keanu, como sobre el punto de vista que él y yo teníamos sobre sus motivaciones; era muy importante llegar a un acuerdo sobre ello antes de entrar en el set. Yo quería a toda costa que Keanu hiciese la película, pero con la condición de que consiguiese que Klaatu fuera para el público realmente un extraño, un alienígena, que ha optado por presentarse ante los seres humanos bajo la apariencia de uno de ellos. Era importante que se viese a Klaatu incómodo en la piel de un humano, pero sin reacciones excesivas. Más bien como… “vaya, este cuerpo me ofrece curiosas posibilidades por explorar” [risas]. Fue una visión que a Keanu no le costó aceptar, de hecho él pensaba algo parecido al respecto. Después, cuando analizamos conjuntamente el guión escena por escena, fuimos concretando más aspectos de esa aproximación.
Mientras que la primera versión de Ultimátum a la Tierra, dirigida por Robert Wise, se basaba mucho en los diálogos, hasta llegar a un final que es básicamente un discurso de Klaatu, tu adaptación opta desde el principio por primar los silencios y la contemplación de hechos por parte del espectador, de los que se deduce el, por llamarlo así, “mensaje”. ¿Fue una elección personal, o estuvo condicionada por los nuevos hábitos del público?
En primera instancia, por supuesto que la primacía de la imagen en una película como la nuestra es signo de los tiempos, uno no puede ser ajeno a ello. El film de Wise concluía con un largo discurso de Klaatu que sería muy insatisfactorio como resolución para el espectador de hoy. En muchos aspectos, la primera Ultimátum a la Tierra es un ejemplo paradigmático de una narración clásica en la que las palabras, el ritmo de los diálogos y su manera de conducir la acción, eran fundamentales. Yo amo las palabras, he sido guionista antes que director, pero tengo muy claro que el cine es contar con imágenes, y que el cine de hoy brinda más que nunca gracias al montaje y los efectos visuales muchísimas oportunidades de ofrecer información a través de la imagen. El color, la fotografía, los efectos de sonido, la imaginería fantástica, son elementos formales que adoro, que me encanta emplear y que son propios del Hollywood de gran espectáculo en que se encuadra nuestra Ultimátum a la Tierra.
Hay quien considera que eso supone cierta regresión en cuanto a lo que se exige intelectualmente del espectador.
Bueno, creo que los medios técnicos se pueden emplear no para deslumbrar únicamente al público, sino para que reflexione sobre ciertos temas de otra manera, incluso más elíptica, más sutil. A un buen argumento puede sacársele más información, de modo más sofisticado, si en vez de explicarlo literalmente lo vas trazando en pantalla como pistas que se leen a través, como te he comentado, de la luz o el sonido. Preguntas, ambigüedades, pueden ser resaltadas así de manera más fluida. Como realizador, me parece un reto creativo interesante.
A propósito de la concepción del cine en el Hollywood de hace cincuenta años y el actual, sabemos que admiras a Robert Wise, con el que llegaste a tratar, por su carácter de director artesanal, sin pretensiones. En el cine de hoy, en cambio, muchos pretender ir de autores incluso cuando firman películas claramente alimenticias y comerciales…
Para empezar, si quieres trabajar en Hollywood tienes que estar inscrito en el Directors Guild of America [Sindicato de Directores de Estados Unidos], lo que te puede dar una idea de hasta qué punto tenemos noción de que nuestro trabajo es un oficio más dentro de la industria y en el seno de un colectivo. Sin embargo, uno de los derechos que tiene un director por estar inscrito en el Guild es el de que antes del título de la película, en los créditos iniciales, aparezca la fórmula “una película de…”. Algo que, francamente, igual ha confundido a alguno sobre la importancia de su labor en el conjunto de un film. Si te cuento esto es porque yo renuncié a ese crédito en Ultimátum a la Tierra. No por falsa modestia, sino porque me parece que en una producción de estas características nadie puede arrogarse el que la película sea suya, siquiera nominalmente. Y mucho menos si no es responsable tanto del guión como de la realización.