Julio Medem nos presenta, tras "Los amantes del Círculo Polar", la que puede ser su película más cercana a lo "terrenal", la menos hermética y la que -por ello- puede llegar con más contundencia al espectador; es, algo así como la otra cara de "Tierra", aquel alucinante viaje sensorial...
Esto, la "normalidad" que destila "Lucía y el Sexo" es, de principio, reseñable, ya que Medem es probablemente uno de los directores estatales con mayor conciencia de Autor, así escrito con mayúsculas, sin miedos y con todas las acepciones, casi siempre positivas, que conlleva la palabra. Medem es Autor por mundo propio, por seña personal e inequívoca de artesano apasionado.
Tras el gozo de la primera hora -unos planteamientos brillantes y personales dentro de la más gris y cotidiana urbe- se sucede, se va desvelando, una estructura prima del novelón decimonónico, llamémosle con todos lo respetos "culebrón".
Esta causa hace que la identidad de la película -probablemente lo mejor que tiene Medem- se tuerza hacia un devenir que asusta al comenzar a tomar forma, pero que al final es apañado de forma no gloriosa pero si suficientemente salvadora por la capacidad de Medem de narrador gráfico genial, muy por encima de sus capacidades guionísticas, esas capacidades visuales que lo hacen por encima de todo gran Autor, y se le perdona el resto, ya que, en el fondo, hasta Ulises, a su manera, también realizó un viaje de culebrón, hace ya muchos años.