Además de fenómeno de fans, Crepúsculo esconde una poco ortodoxa revisión del género vampírico, uno de los más queridos por el cine después del western.
La serie de libros de la exitosa autora Stephenie Meyer fue cazada para ser llevada al cine cuando aún era sólo un manuscrito en una editorial. Greg Mooradian, ejecutivo de Maverick Films supo ver el potencial de esta historia de amor prohibida y adolescente, llena de todos los ingredientes para que causara furor entre el público juvenil.
No se equivocó. Los cuatro libros, hasta ahora, de la saga (Crepúsculo, Luna nueva, Eclipse y Amanecer) son un fenómeno mediático que ya recorre medio mundo. Los adolescentes de cada generación eligen una saga donde proyectar sus desventuras y deseos e identificarse con las penalidades y logros de sus personajes. Así pasó con La guerra de las galaxias, El señor de los anillos o Matrix, estos dos últimos muy apoyados por su propagación en Internet.
Además de fenómeno de fans, Crepúsculo esconde una poco ortodoxa revisión del género vampírico, uno de los más queridos por el cine después del western. Revisión porque es una puesta al día de las cualidades y defectos de sus protagonistas, alejándoles de la tradición de horror y crimen que les ha acompañado en este primer siglo de vida del celuloide. La familia protagonista es una saga de vampiros domesticados: no beben sangre humana, pueden salir a la luz del sol, no necesitan dormir en ataúdes y conviven con el resto de la sociedad. Se han convertido en una especie de superhéroes de la eterna juventud que, eso sí, siguen ansiando encontrar el amor verdadero entre los humanos que conocen a lo largo de los años. Bela Lugosi debe estar retorciéndose en su tumba ante tanta felicidad.
Para su puesta en imágenes se contrató a Catherine Hardwicke en la dirección y a Melissa Rosenberg para el guión, ambas con experiencia en narrar historias de adolescentes en trabajos anteriores (Thiteen 13 y Step up, respectivamente). La elección fue acertada. La creación de personajes y la puesta en escena responde a lo que esperan los fans y describe con verosimilitud ese mundo adolescente donde la vida del instituto es el centro del universo, los primeros escarceos amorosos generan una inenarrable angustia vital y los adultos son unos seres extraños con vidas aburridísimas que no hacen más que molestar.
La cinta además está salpicada de escenas de acción fruto de un conflicto entre bandas de vampiros que queda muy cercano a la rivalidad entre pandillas que se da en estas edades. El mérito de su eficacia viene de Andy Cheng, director de la segunda unidad y experimentado artífice de este tipo de secuencias. La elección de los actores, que también encarnarán a los protagonistas en el resto de films hasta completar la tetralogía, no fue tarea fácil, pero está solventada con acierto, pues ambos (Kristen Stewart y Robert Pattinson) cumplen el requisito de belleza, edad del pavo y misterio que adorna a sus personajes.
Crepúsculo cumple así con las dos finalidades para que fue diseñada: ser una eficaz película de entretenimiento exclusivamente orientada al público adolescente que abarrota las salas en los centros comerciales los fines de semana; y ser el disparo de salida de una franquicia que generará innumerables beneficios y devotos en el próximo lustro. Admiradores de Van Helsing, abstenerse.