Tiene algo de leyenda, mucho de realidad y un poco de mística.
No han sido muchas las ocasiones que el cine se ha fijado en la figura de Genghis Khan ("príncipe universal", en castellano) a pesar de lo atractivo y grandioso del personaje. Fueron nada menos que John Wayne y Omar Sharif dos de los osados que, bigote mongol en ristre, encarnaron sendos biopics en 1956 y 1967 respectivamente, probablemente atraídos por las similitudes con el western. Ambos casos dieron lugar a películas grandes y espectaculares, como corresponde a la biografía del rey que logró unir a todas las tribus mongoles, conquistar toda Asia y dominar buena parte de Europa oriental.
Mongol no se queda atrás. La producción se rodó durante 25 semanas enteramente en Mongolia, con momentos en los que se reunía a más de 1.500 jinetes para una sola toma. Financiada por compañías productoras de Khazajistán, Rusia y China, la producción parece abrir un trilogía acerca del personaje, si la recaudación lo permite. A cargo de este primer capítulo ha estado el realizador ruso Sergei Bodrov, coautor también del guión y que, visto el resultado, será difícil que se desvincule del proyecto.
Como en todo personaje histórico de esta magnitud, la historia de Temuyin ("el acero más fino") tiene algo de leyenda, mucho de realidad y un poco de mística. El guión guarda estas proporciones con talento, dibujando al personaje desde su infancia hasta su madurez de rey guerrero en base a grandes elipsis que no sólo evitan hechos temporales, sino razones fundamentales para entender porqué Temuyin llegó a ser Genghis Khan. Abandonado por el clan de su padre y viviendo casi en la indigencia, Temuyin se curte en los escarceos guerreros de juventud generando afinidades entre sus conocidos que darían lugar a un primer grupo de confianza. Unido fraternalmente en la batalla con Jamuka, conforma un primer ejército para combatir al poderoso clan merkita que había secuestrado a su mujer, Borte. Tras la victoria, gran parte de ese ejército permanece fiel a Temuyin abandonando incluso a su anterior Khan.
Gran parte de estos sucesos se entienden en el film por la adecuada elección del actor japonés Tadanobu Asano para interpretar a Temuyin. Frente al físico mongol, la altura y delgadez del japonés incorpora al personaje cierto aire mesiánico y distinguido que explica el carisma que podía desprender el personaje histórico. La astucia y capacidad estratega así como cierto respeto y control de las tradiciones mongoles hacen comprensible el resto del retrato. Por su parte, el realizador filma unas imágenes de gran potencia visual, alternando grandes panorámicas del paisaje de Mongolia con momentos de intimidad rodados a todo lujo de detalles y variedades de plano, inspirado sin duda en el cine de David Lean. Mención aparte merece la extraordinaria fotografía de Rogier Stoffers y Sergei Trofimov, con un espectacular uso del efecto estrobo en las secuencias de batalla.