Nos recuerda a ese Shrek que supuso un antes y un después en su pequeña parcela del cine de animación.
Acostumbrados al cine de animación en tres dimensiones proveniente de estudios como Pixar, Dreamworks o Blue Sky, sorprende descubrir que el cine alemán también puede crear productos de sus características y salir relativamente airoso del desafío.
El reino de los chiflados viene protagonizada por la emperatriz Sissi y su enamorado Franz, a quienes pronto se unirá el Yeti, que secuestrará a Sissi para cumplir con un pacto demoniaco algo confuso. Las excentricidades asociadas a la pareja real, que suelen trastocar la vida cotidiana en el palacio, darán paso de pronto a una persecución sin tregua en pos del monstruo, por distintos parajes del reino. Diferentes personajes secundarios irán haciendo acto de presencia para contribuir en mayor o menor medida al desarrollo cómico de la farsa.
Hay muchas referencias que a buen seguro irán acudiendo a la mente de los espectadores mientras transcurren los 80 minutos de la película. Los aires irreverentes de Aterriza como puedas y producciones similares se ven decorados puntualmente por alusiones paródicas a éxitos recientes como Piratas del Caribe, King Kong o Spiderman. Asimismo, hay escenas que siguen con la tradición de la comedia slapstick, con su uso hiperbólico de la violencia y los golpes que reciben la práctica totalidad de los personajes.
Pero, ante todo, el Yeti nos recuerda a ese Shrek que supuso un antes y un después en su pequeña parcela del cine de animación, ésa que agita y sirve con acierto una dosis de irónica modernidad junto a una generosa ración de la tradición de los cuentos y fábulas de toda la vida.
Se han utilizado otros dos tipos de humor: por un lado el que funciona metiendo con calzador –y con menos gracia cuando mayor es la insistencia– ciertos anacronismos, y también se echa mano de todo un surtido de referencias picantes de tipo sexual, no demasiado aptas para el público infantil.
El nivel de la animación es digno de elogio –basta con comparar con la española El lince perdido y otros intentos parecidos–, y en general la historia mantiene un ritmo aceptable, aunque la combinación de buenas ideas con otros momentos ligeramente sonrojantes (hay demasiados chistes malos) evita que se logren mayores cotas, y deja un regusto amargo al final.
En cuanto a los dobladores españoles, al menos no irritan. Anabel Alonso casi parece Ana Obregón cuando enfatiza el lado pijo de Sissi, y Florentino Fernández cumple con lo que se espera de él, aunque puede que se le atragante a más de un espectador, ya que aparece por partida triple.