En su debut como director, Larry Clark dio un mazazo directo al estómago de la sociedad americana con una desalentadora visión de la juventud actual en “Kids”, hace ya 8 años. Sin dejar de lado ese universo, Clark insiste con el que puede considerarse su tema favorito (acaba de estrenar otra película de similar temática: “Ken Park”). Pero con “Bully”, este inclasificable director no se limita únicamente a filmar las sórdidas anécdotas que conforman la vida de estos púberes, como hizo en su ópera prima, sino que esta vez entra de lleno en las consecuencias directas de sus actos de manera implacable e igualmente desangelada.
Sus personajes siguen mostrando las mismas preocupaciones, jóvenes que lo tienen presumiblemente todo se pasan el día consumiendo drogas y sexo en un ambiente de violencia y despreocupación por parte de los padres, todo ello bajo el prisma de superficialidad que destila la soleada Florida.
La acción discurre por los caminos más tortuosos, siendo la provocación y la autodestrucción elementos muy recurrentes en su breve pero impactante filmografía. Así, la actitud de los jóvenes personajes resulta inquietante y Clark saca partido del desgarrador realismo que impregna toda la cinta (la cámara siente el mismo estremecimiento que los atores en la escena del asesinato).
Con “Bully”, el controvertido realizador no da síntomas de esperanza para la juventud de su país (en España también tenemos un ejemplo claro con “Historias del Kronen”), pero lo más terrible de todo es que cada vez estamos más acostumbrados a que este tipo de historias ocurran cada día. Después de ver “Bully” y la magistral “Bowling for Colombine”empiezas a comprender muchas cosas.