Protegidos por su enemigo

A tenor de la innegable mediocridad de la cinta de terror Wicker Man (2006) y del thriller que ahora se estrena, hay quien ya ha dado por muerto creativamente a Neil LaBute. Desde luego, ambos films están muy lejos en cuanto a ambiciones y resultados de sus obras teatrales y las películas que le dieron a conocer: En compañía de hombres (1997), Amigos y vecinos (1998) y Persiguiendo a Betty (2000). En ellas, LaBute se mostró como un explosivo cóctel de Woody Allen, Todd Solondz y David Mamet que delataba sin piedad las imposturas de las relaciones cotidianas, y dejaba al descubierto sus corrientes ocultas de poder, insatisfacción y deseo.

Debido probablemente a que los títulos citados, a los que cabría añadir Posesión (2002) y Por amor al arte (2003), no fueron precisamente taquilleros, y a la creciente dificultad para que las películas inteligentes se hagan con un hueco en la cartelera, LaBute se ha arrojado en brazos del cine de género, donde diríase que está aprendiendo a conciliar sus inquietudes habituales con los mecanismos de lo popular.

En Wicker Man el esfuerzo se saldaba con un suspenso, aunque deba destacarse su valiente, inusual acercamiento a la naturaleza femenina. Protegidos por su enemigo alcanza el aprobado pero tiene en su contra dos aspectos: que a LaBute le queda mucho que aprender en lo relativo a la puesta en escena, por ahora simplemente funcional; y que recuerda en exceso a dos thrillers, producidos en los noventa, también con parejas ‘normales’ acosadas por psicópatas que encarnaban conflictos sociales soslayados por los protagonistas: Falsa Seducción, dirigida en 1992 por Jonathan Kaplan con Ray Liotta, Kurt Russell y Madeleine Stowe encabezando el reparto; y De repente un extraño, con Matthew Modine, Melanie Griffith y Michael Keaton a las órdenes de John Schlesinger.

De repente un extraño es una referencia seguramente asumida con plena consciencia por los guionistas de Protegidos por su enemigo, Howard Korder y David Loughery, visto que ambas incluso apuntan en sus títulos originales a lo mismo, zonas residenciales reales ubicadas en California. En el caso del film de LaBute se trata de Lake View Terrace, barriada famosa por ser donde un delincuente de color, Rodney King, recibió por parte de cuatro policías en 1991 una paliza que grabó un videoaficionado. Los agentes salieron indemnes de las acusaciones de brutalidad policial, lo que provocó una revuelta de la población negra de Los Ángeles que se saldó con cincuenta y tres muertos.

Y a Lake View Terrace es donde se muda la pareja que componen Chris (Patrick Wilson, blanco) y Lisa Mattson (Kerry Washington, negra) para consolidar su matrimonio y formar una familia. Con quien no contaban era con Abel Turner (Samuel L. Jackson), un policía de color desequilibrado por la reciente muerte de su esposa, que se desvela como un racista resentido contra los blancos y que, por tanto, hará lo posible y lo imposible por destruir el vínculo amoroso entre Lisa y Chris y por desterrarlos de lo que considera su reino.

Esta anécdota propicia un sinnúmero de reflexiones envenenadas -más teniendo en cuenta el presidente que los estadounidenses acaban de elegir- sobre los efectos perniciosos de la corrección política, el racismo inverso, la decadencia de la masculinidad y la desaparición de patrones comunes de convivencia. Es comprensible que un novelista como Stephen King, especializado en usar el terror como agente deconstructivo de lo cotidiano, haya considerado Protegidos por su enemigo una de sus diez películas preferidas de 2008.

Pero, como ya hemos apuntado, las intenciones descritas no encuentran adecuada correspondencia ni en la anodina realización, ni en lo sobado de los sustos y las triquiñuelas que riegan el enfrentamiento límite de Abel y los Mattson. La película queda así reservada a quien le baste con pasar una tarde entretenida en el cine, y a quien sea capaz de deducir lecturas de alcance hasta de los productos comerciales más derivativos y predecibles.