La belleza visual que desprende en general dota a la cinta de una atmósfera única.
Llega una nueva película de animación, basada en una novela de Kate DiCamillo. En esta ocasión no se trata de un producto de los sospechosos habituales en ese terreno (Pixar / Dreamworks / Blue Sky), sino que es una coproducción entre varias firmas de Estados Unidos y el Reino Unido. Pese al posible temor existente al alejarnos de los grandes nombres de la animación, lo cierto es que El valiente Despereaux podría pasar perfectamente por uno más de los títulos facturados por el trío de nombres mencionados.
La compleja historia que nos presenta su trama nos sitúa en tres ambientes diferentes. Por un lado está el castillo donde habitan los humanos, y escondidos en dos localizaciones distintas del mismo emplazamiento tenemos a su vez una ciudad habitada por ratones, y otra por ratas. El protagonista principal de este cuento, el ratón Despereaux, nace sin miedo, y será quien cargue con la labor de restaurar la luz a un reino medieval que sufre una terrible desgracia al principio del metraje.
Además del valiente ratón, en la cinta hay una rata que intenta expiar sus pecados desde las tinieblas donde se ha visto obligado a exiliarse, y también una niña huérfana bastante dura de oído que sueña con ser princesa. Los tres personajes irán moviéndose por la pantalla cada uno a su aire, hasta que el devenir de los acontecimientos haga que tengan que interactuar, moviendo los hilos oportunos para que el argumento llegue a buen puerto.
Es más que loable el resultado logrado por El valiente Despereaux en la parcela de la animación, que resulta brillante y al que pocos peros se pueden poner. La belleza visual que desprende en general –hay muchas escenas donde parece que estemos presenciando un cuadro flamenco– le dota de una atmósfera única. En cuanto al argumento, este tal vez peque de demasiado barroco en determinadas ocasiones, alejándose de una sencilla fábula entendible y disfrutable por niños de todas las edades, convirtiéndose en algo más enredado de lo que el tráiler deja entrever. Los diferentes saltos que se dan para ir siguiendo la evolución de los personajes implicados en la trama provocan ciertas pérdidas de ritmo que no acaban de subsanarse por completo.
De todos modos, hay que agradecer el tono general, y las enseñanzas que pretende hacer llegar. Se nos habla de buscar la luz cuando la oscuridad parece dominarlo todo, de ser valiente cuando todo el mundo está agachando la cabeza –no en vano uno de los tres directores del filme, también guionista del mismo, es Gary Ross, que ya tratara temas parecidos en la recomendable Pleasantville (1998)– y, en definitiva, de romper con los moldes que nos encorsetan por el mero hecho de haber nacido en un estrato social. Algo así ya se ha hecho antes, aunque el tono era más de comedia que de fabula infantil: recordemos Hormigaz (Eric Darnell y Tim Johnson, 1998).
Sin embargo, resulta chocante (e irritante) que entre tantas buenas intenciones se nos presente a las malvadas ratas creando una analogía demasiado obvia con los países árabes: basta con fijarse en la primera aparición de la ciudad donde residen, con la música, trajes y comportamientos que se nos muestran.
Como curiosidad, decir que en versión original las voces las ponen actores de lujo como Matthew Broderick, Dustin Hoffman, Emma Watson o Kevin Kline, siendo la narradora Sigourney Weaver.