La noticia de que Warner ha desistido de estrenar en las salas de exhibición cinematográfica chinas El Caballero Oscuro, la película más taquillera de 2008 en el resto del mundo, es susceptible de mover a la risa si se tiene en cuenta que la cinta circula pirateada por cualquier mercadillo callejero de Pekín o Shanghai y puede adquirirse con una excelente calidad de imagen por apenas dos euros.
Sin embargo, es un asunto a tomar en serio considerando que se trata de un ejemplo más de censura autoimpuesta por parte de una productora occidental, que en esta ocasión apela a las diferentes "sensibilidades culturales" para eludir las posibles reacciones de las autoridades chinas o incluso de la población ante secuencias como aquella en la que Batman viaja hasta Hong Kong para llevar ante la justicia norteamericana a un mafioso.
Recordemos que hace unas semanas Miramax Films reducía considerablemente los contenidos críticos de Shanghai, thriller protagonizado por John Cusack, para poder rodarlo en China. Son actitudes timoratas que se unen a las del propio gobierno chino, que a lo largo de 2008 no ha dudado en prohibir las películas de terror por considerarlas perniciosas para la juventud, y la distribución de un blockbuster taiwanés, Cape No. 7, por ofrecer una imagen favorable de Japón, tradicional rival del gigante asiático.