Una película sincera, pero con el valor artístico de un comadreo de marujas en la pescadería
Desde que Helen Hunt, una actriz de indudable talento aunque de físico difícil (y escuálido), iniciase su andadura en la pantalla, se ha especializado en personajes reales, cotidianos, que se enfrentan a sus problemas como el propio espectador, unas veces con risas y otras con lágrimas. Así eran la Jamie Buchman de Loco por ti (serie de 164 episodios por la que ganó cuatro premios Emmy) y la Carol Connelly de Mejor Imposible (film de James L. Brooks que le procuró el Oscar a la mejor actriz de 1997).
Después de unos años dedicada al teatro y a papeles secundarios, Hunt se atreve a dirigir su primera película con la experiencia de haber realizado varios capítulos de Loco por ti y, quizás, de haber pasado por una serie de enredos sentimentales que han acabado ligándola al director Matthew Carnahan, con quien tuvo una hija en 2004.
Este último dato puede sonar a cotilleo, pero a nosotros nos ofrece muchas claves para comprender la modesta Cuando ella me encontró, protagonizada por la misma Hunt en la piel de April Epner, una maestra de origen judío, entrada en los cuarenta, que ansía tener un hijo pero es abandonada por su marido (Matthew Broderick). Además muere su madre adoptiva, lo que empuja a April a buscar a su verdadera progenitora (Bette Midler) mientras inicia una relación con el padre (Colin Firth) de uno de sus alumnos.
No parece casual que Hunt llevase mucho tiempo intentando concretar la adaptación de la novela homónima escrita por Elinor Lipman, ni que haya declarado a Entertainment Weekly que “he puesto todo aquello en lo que creo en la película. No me importa nada más. Está todo allí”. Si algo tiene de meritorio Cuando ella me encontró es que no muestra la afectación habitual en el cine indie norteamericano. Rebosa autenticidad. Es, simple y llanamente, la reflexión de una mujer en la mediana edad que se pregunta por la solidez de los cimientos emocionales sobre los que ha edificado su vida hasta el momento, y que tiene miedo de cuestionarlos y descubrir que todavía tiene por apreciar muchas cosas, aunque no cumplan los requisitos que ella les ha impuesto siempre.
Una vez reconocido ese mérito, debe añadirse que la resolución formal de la película es tan pobre, su guión avanza tan a trompicones y su discurso es tan primario, que más allá de lo confesional es muy poco lo que puede resaltarse. Se trata de una película pensada por una mujer de cierta edad para mujeres de esa misma edad, sin añadidos creativos de ningún tipo que le permitan trascender esa condición. Casi un docudrama, de tono a veces tan facilón como los programas de confesiones que presenta la madre adoptiva de April.
Se siente uno viendo Cuando ella me encontró como atrapado en esas conversaciones entre mujeres ya casadas y con sus primeros hijos, en las que no sólo los únicos temas de conversación son sus insatisfacciones crónicas, las vomitonas del infante y las maldades del marido, sino que se sobreentiende no existen otros mundos valorables más allá de ése. Y si se atreve uno a disentir, te funden con la mirada por inmaduro. En la vida “normal” que ellas llevan, puede que no haya más horizontes. Pero si se pretende practicar la creación artística y no el comadreo de pescadería, es obligado atisbar un poquito más lejos. A Helen Hunt no le ha interesado hacerlo, y a la vista están los resultados, para bien y para mal.