Tiene la última obra del catalán March Recha el poder de las imágenes mudas, las que tenían ancestralmente aquellas primeras películas, silenciosas; son escasos los diálogos -en catalán, castellano y francés- y es la imagen la que manda, la que ordena el pulso que Recha propone.
Y esa introducción es a veces acertada -nos envuleve la naturaleza y las miradas, la gente y sus respiraciones vitales- pero otras se asemejan demasiado tediosas y balbuceantes. Estamos ante una especie de balancín artístico con vocación de estilo, que unas veces toca la maestría, el cielo, y otras -las muchas- roza el tedio más absoluto, la tierra bajo nuestros pies.
Pau i e seu germà es la historia de una búsqueda, la del espíritu del hermano fallecido, y del conocimiento de uno mismo a través de ese viaje; un trayecto lento y largo, tranquilo y casi contemplativo, con momentos de bella honestidad -la conversación de la pareja en el monte fumando porros y bebiendo vino- pero con unos "parones de autor", forzosos e incomprensibles, que empañan la historia.
Pero hay que ver a Pau i el seu germà como lo que es. Hay que sentarse ante la pantalla con la cabeza alejada de convencionalismos y tomar consciencia que el realizador catalán propone una historia -una imágenes- moderna y personal, por lo menos en intenciones y vocación. Y eso ya es respetable. Pero recordemos que el Infierno está asfaltado de buenas intenciones