Quarantine

Poco han tardado los americanos en realizar el remake de [Rec] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007). No es de extrañar la celeridad cuando hablamos de una industria del cine hollywoodiense que se muestra en constante necesidad de fagocitar las ideas ajenas, máxime cuando éstas ofrecen una mínima originalidad y un claro atractivo hacia la taquilla.

Sin embargo, gracias a otras relecturas de películas llevadas a cabo por los su industria, el gran público europeo ha podido conocer de forma masiva productos realizados por otras cinematografías. Los casos recientes relacionados con el cine de terror oriental son sólo un ejemplo, ya que antaño hubo tiempo de fijarse en comedias francesas o en dramas alemanes, que de otra forma posiblemente no hubieran recibido un reconocimiento y hasta un cierto halo de prestigio (que se les otorgó de modo retroactivo, una vez se vio lo que habían hecho otras manos con esos productos).

También es cierto que la cercanía espacial y sentimental hacia el espectador que se plasmaba en Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997) impedía cualquier posibilidad de que Vanilla sky (Cameron Crowe, 2001) superara al original, detalle que hay que volver a tener presente en Quarantine, nuevo caso de cinta española adaptada para deleitar a las masas de otros países, más que a las del nuestro. Por mucho que les pese a quienes despotrican contra el cine patrio, la creada en nuestro suelo vuelve a superar al producto americano.

Más que hablar del argumento podríamos referirnos a una sensación constante de déjà vu, ya que se reconstruye la historia sin apartarse apenas del original. Una reportera de televisión y su cámara están pasando la noche en un parque de bomberos, realizando tomas y entrevistas para un programa a emitir próximamente, cuando de pronto una salida de emergencia hacia un edificio de Los Ángeles se convertirá en la peor noche de sus vidas.

Siguiendo la máxima –no siempre cumplida– de “si no está roto, no lo arregles”, se hace una lectura casi palabra por palabra de [Rec], introduciendo cambios menores como un ascensor o una escalera de emergencia que en el original no estaban. Lástima que uno de los cambios más significativos tenga que ver con la explicación final a todo el misterio: donde en la cinta española quedaba todo relativamente claro, aquí se deja al espectador más bien a oscuras –en todos los sentidos–, negándole unas pistas que tenían mucha razón de ser.

Por lo demás, el buen material de partida sostiene todo el andamiaje de la película, que se ve carcomido por defectos que ya constaban en el original –algunas decisiones de los personajes tremendamente absurdas, la evolución de la enfermedad a distintas velocidades según conviene al guión, la obsesión del personaje del cámara por filmarlo todo–, y por otros de nuevo cuño, como por ejemplo las artificiosas voces de los dobladores, reconocibles de otros filmes.

Si a ello añadimos que Jennifer Carpenter no lo hace mejor que Manuela Velasco al frente del reparto, y que ni por asomo se transmite tanto miedo al espectador como en [Rec], podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que estamos ante una producción totalmente innecesaria, siempre y cuando se haya visto previamente el original que ha copiado.