No escapa en ningún momento de los convencionalismos del género.
La norteamericana Cassie Beldon comienza a verse acosada por una especie de ente fantasmal. Al principio sólo se le aparece en sueños, pero con el paso de los días su presencia en la hasta entonces tranquila existencia de la joven obligará a esta a investigar en el pasado de su familia, descubriendo hechos terribles que la dirigen irremediablemente hacia un futuro funesto.
La semilla del mal viene escrita y dirigida por David S. Goyer, que ha ido cultivando una carrera tras las cámaras –donde lo más llamativo hasta ahora ha sido Blade trinity (2004)– al tiempo que sigue con su principal ocupación como guionista. No en vano dos hitos recientes como Batman begins y El caballero oscuro provienen de su pluma.
Ahora bien, olvídense de la calidad de las cintas de Christopher Nolan que acabamos de mentar. Intentando seguir la estela de productos orientales como La maldición o The ring, Goyer confunde la parsimonia con el aburrimiento, y además olvida que aquellas obras funcionan relativamente bien en general debido a que logran una atmósfera opresiva que atenaza al espectador más avezado.
En consecuencia, en la que aquí nos ocupa se abusa de los sustos fáciles con subidón de música, prescindiendo de la sutileza y haciendo botar nuestros corazones con cierta regularidad. Asimismo, esos impactos resultan tan previsibles como repetitiva y cansina es la trama, explicándosenos una y otra vez, ad nauseam, los hechos que sitúan a la protagonista en su terrible tesitura.
La producción no escapa en ningún momento de los convencionalismos del género –no falta la visita a medianoche a un tétrico geriátrico–, y tan pronto parece coger elementos de El exorcista como de Silent hill o de la más reciente Reflejos, además de los referentes orientales antes comentados. Sin embargo, fracasa al explicar puntos importantes del argumento, quedándonos los espectadores sin saber por qué el espíritu demoniaco no acaba de lograr su objetivo en cuanto se le antoje, teniendo que esperar interminables minutos a que realice su tentativa de posesión diabólica.
Quienes tuvieran esperanza en la presencia de Gary Oldman tendrán que conformarse con unos pocos minutos que son insuficientes para levantar el vuelo de la historia, sobre todo cuando le vemos participar en ese bochornoso ritual de exorcismo que se saca de la manga el director y guionista. Tal vez lo único destacable de La semilla del mal sea el diseño de los poseídos que van apareciendo a lo largo del metraje, aunque no sean el colmo de la originalidad.
Para acabar de rematar la faena, los distribuidores españoles han decidido repetir el tremendo error que supuso aquel título con que fue estrenada en nuestro país La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968), reventando de nuevo detalles clave dentro del desarrollo del film.