Abundan las situaciones absurdas ante las cuales no puede uno más que reírse.
Ha regresado Frank Martin (Jason Statham), especialista en entregas de alto riesgo. En esta ocasión deberá transportar a unos misteriosos paquetes y una muchacha ucraniana de buen ver, siguiendo las órdenes de un despiadado individuo –Robert Knepper (Prison break) ha nacido para este tipo de papeles–, realizando una peligrosa ruta desde su tranquila residencia en Marsella hasta la localidad de Odessa.
Es fácil saber qué nos depara un producto cinematográfico de estas características, máxime cuando hay dos entregas precedentes que han marcado el camino a seguir. Tenemos a un tipo duro con muchas reglas de comportamiento –que, eso sí, rompe en el momento en que más le conviene– experto en diversas artes marciales. La trama le obliga a meterse en persecuciones a bordo de coches de alta gama y en peleas de aire macarra cada dos por tres (aunque también abundan los pasajes más reposados, demasiados para tratarse de un filme de acción). Además, hay una niña mona para alegrar la vista a los espectadores que no se conformen con los elementos ya mencionados.
Quienes no soporten las películas del género encontrarán muchos más defectos. Los aires videocliperos nos hacen más evidente que a veces parece que nos hallemos ante un anuncio de coches caro. Las frases sentenciosas y los diálogos para besugos que tienen lugar en su interior tampoco sirven para tomarnos más en serio lo que sucede ante nuestros ojos. Finalmente, abundan las situaciones absurdas –esa delirante persecución en bicicleta se lleva la palma– ante las cuales no puede uno más que reírse.
Olivier Megaton dirige un libreto escrito al alimón por Robert Mark Kamen y un Luc Besson experto en estas lides, y que se apoya en la acción por encima de todo, así como en la figura de Jason Statham, que sigue camino de convertirse en el nuevo Bruce Willis.
Aquellos que disfruten con el actor, así como con las coreografías de lucha o las citadas persecuciones (y que no pretendan reflexionar lo más mínimo acerca de la credibilidad de todo el entramado, plagado de exageraciones visuales y argumentales) es posible que logren salir entusiasmados del cine, aliviados al ver que esta tercera entrega de la saga remonta ligeramente el vuelo respecto a la anterior. Los demás, que no esperen la suficiente coherencia como para poder afirmar que han visionado un producto de entretenimiento hecho con algo de mimo.