Dentro de lo que es el calificativo de "película de género", podríamos distinguir las que nacen sólo para serlo, y las que pretenden hacerlo destacando. Dentro de estas últimas, una inmensa mayoría, ajena a tan admirable pretensión, acaba por unirse en resultado a las primeras, las que sencillamente querían sacar más de lo mismo sin esconderse.
Gothika es un claro ejemplo de una de estas tendencias. No se trata de volver a algo manido y recurrente, sino que por momentos parece incluso hacerse con desgana. Algunos buenos rasgos, por la vía de los medios, hacen que su efectismo de miedo meramente audiovisual -plano cerrado, sonido explosivo- llegue a generar algún tipo de tensión, la cual va inescindible al inminente susto como reacción física que nos aguarda con previsibilidad. El acercamiento de cámara al personaje, alegres vueltecitas alrededor del mismo para ver por dónde aparece la figura fantasmagórica, y el aumento de volumen, o nos deja sordos, o nos obliga a firmar la rendición sacando banderita blanca desde la butaca.
Por lo demás, lleva a cotas insuperables la confusión de las almas errantes, dando la sensación que tras la base temática de buen trailer, lo demás se ha ido hilando camino a cualquier parte. Porque es cierto que los fantasmas de psicología mucho no saben: lo suyo es los juegos eléctricos, las apariciones de pasaje del terror y ofrecer mensajes crípticos para que el protagonista inteligente -a saber, el que lo tiene claro por guión- desenmascare a algún presunto inocente. Pero la poca lógica que se les puede pedir a los intrusos esotéricos, es que de cara a reclamar atención y ayudas de redención, eviten matar a sustos (o a golpes...) a quién debe ayudarle en el mundo de los vivos.
Como puntos a favor, aún sin excesiva explotación, la idea de cómo una médico psiquiatra acaba cambiando de lado enfrentada a la incomprensión que antes sufrían sus pacientes. Probablemente esa sea la mejor aportación antes de un desenlace que más que llevar a la resolución lleva a la re-solución. Y pese a todo con ánimo de sorpresa. Pero pasando por alto la habitualidad de su propuesta, algunos esfuerzos de interpretación para alcanzar la coherencia, y una escena de interrogatorio en que el micrófono entra a captar el audio ante nuestros ojos estupefactos, los amantes al miedo más superficial y efímero tendrán una ocasión más para vivirlo con la hermosa Halle Berry. Ah, y con aportación secundaria hispánica, vía Penélope Cruz