Plato sabroso, ligero, cocinado con oficio y talento pero, sobre todo, con un gran ánimo de no parecerse a otros del mismo estilo.
La comedia española desgrana un nuevo episodio en su trayectoria vital. Hablamos de un género al que el público no suele dar la espalda en nuestros cines, sobre todo si viene avalado por actores jóvenes y con renombre y carrera consolidada en la televisión. Es el caso de Olivia Molina, enésima intéprete de la saga del cantante Antonio Molina e hija de la singular actriz Ángela Molina, que salta al largometraje después de un largo periplo televisivo en al menos tres series de gran seguimiento. Algo parecido sucede con Paco León, talento humorístico forjado en la cocina de El Terrat, productora dirigida, entre otros, por Andreu Buenafuente. El tercer integrante del reparto iba a ser Santi Millán, completando así un casting que reunía lo más apetitoso del momento, pero algún imprevisto hizo que fuese sustituido por Alfonso Basabe, otra promesa de las series españolas.
Dieta mediterránea viene firmada por un tándem al que hay que anotar gran parte de responsabilidad en el desarrollo de la comedia en España en los últimos años. Hablamos de Joaquín Oristrell, que además ejerce las tareas de dirección y Yolanda García Serrano, una de las guionistas más prolíficas de nuestra industria. Recorrer su filmografía es recitar los titulos de esas cintas que, tras verlas, la mayoría de nosotros decimos eso tan injusto de "...para ser española, está bastante bien." Salsa rosa (1992), ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (1993), Todos los hombres sois iguales (1994), El amor perjudica seriamente la salud (1996), Cosas que hacen que la vida valga la pena (2004)...
El sólo repaso de los títulos ya disipa las dudas acerca de la temática que preocupa a los autores: las relaciones de pareja y sus variantes dentro del carácter hispano. El dúo de guionistas ha viajado los últimos años dibujando los cambios y contrastes de la sociedad española respecto a este tema, es de ley que evaluemos su película no como un ente individual sino como un escalón más en el dignóstico humano y social que proponen. Si el origen de sus primeras comedias fue la natural fricción que se producía entre dos generaciones de españoles (padres e hijos que vivían el amor y el sexo de modo muy distinto) y la confrontación de los individuos dentro de ese cosmos que llamamos pareja, en las últimos films se detecta una actitud menos beligerante en los conflictos, entre los personajes. La madurez de la mirada de García Serrano, dialoguista impecable e implacable, ha acabado con el humor corrosivo de sus personajes femeninos, con las dentelladas que debían dar a su alrededor para salir adelante. Asimismo, los varones españoles retratados están muy lejos del estereotipo mostrado en otras ocasiones, llegando a encontrar en ellos virtudes que en otras ocasiones eran ignoradas.
Dieta mediterránea es un plato sabroso, ligero, cocinado con oficio y talento pero, sobre todo, con un gran ánimo de no parecerse a otros platos del mismo estilo, de abrir una vía alternativa en la cocina de la comedia española. Los personajes del film no son graciosos, sino algo más inteligente y sutil; hacen gracia. Resuelven sus problemas con mucho humor, pero siempre con sensibilidad e inteligencia, muy lejos de las astracanadas a las que tan acostumbrados nos han tenido otros muchos cineastas. Y, por encima de todo, demuestran una apertura de miras que hace albergar esperanzas acerca de nuestra sociedad, aunque esto incluso sea chirriante para la época en que está situada la narración.