El título de la última película de Carlos Saura hace clara referencia la visión biblica de la creación divina del mundo, en cómo Dios empleó seis días, utilizando el séptimo para descansar. El mensaje es, que de no haberse solazado entonces, no ocurrirían cosas horribles y éste sería un lugar mejor. Todo como base para narrar el famoso crimen de Puerto Hurraco, desgraciado precedente de los asesinatos en masa que con más frecuencia conocemos del otro lado del charco.
La reacción típica de cualquier persona ante una de estas producciones “basada en hechos reales que pasan los domingos por la tele”, sería cambiar de canal, pero con el “El Séptimo Día” esta reacción parece más prejuiciosa que de sentido común. Con pulso firme y un ágil sentido del ritmo, Saura refleja la vida en el pueblo de manera cercana, aderezando los hechos reales con situaciones y personajes inventados, pero tan bien construidos que dan mayor credibilidad e interés a la cinta. La naturalidad con la que se desenvuelven los personajes, con la que las historias se van desarrollando, confirma el buen hacer del director tras las cámaras, del que desde hace tiempo ya sabíamos.
Centrada en un enfrentamiento entre de dos familias que se arrastra desde tiempo atrás, se termina por formar una sangrienta telaraña de sangre y sentimientos a cuya consecuencia Jerónimo Fuentes muere en la cárcel. Los supervivientes de aquel, (entre los que se encuentra una espléndida Victoria Abril), comienzan a rumiar una venganza contra los Jiménez que se hace extensible al resto del pueblo. A medida que los hermanos Fuentes van trazando el plan, el espectador va descubriendo la trágica historia que une a ambas familias, a través de los ojos de la adolescente Isabel Jiménez (Yolanda Cobo), que intenta desenterrar el pasado familiar para comprender mejor a su padre. La historia se va desarrollando lentamente, ganando en fuerza y ritmo a medida que avanza, hasta crear, sin que el espectador se de cuenta, un clímax de máxima tensión. Esta se va acumulando y estalla en el dantesco final que todos conocemos. Y devuelve esa máxima que no por más repetida deja de ser cierta. Muchas veces la realidad, supera a la ficción.