Después de enmendarle la plana al maestro del cine zombie George A. Romero con 'Amanecer de los Muertos', y atreverse con una de las novelas gráficas más polémicas de Frank Miller, '300', el director Zack Snyder sube la apuesta llevando al cine la que muchos consideran obra cumbre del cómic, escrita por Alan Moore, ilustrada por Dave Gibbons y publicada por primera vez entre 1986 y 1987.
Ha declarado Zack Snyder, realizador definitivo de Watchmen tras barajarse en los últimos veinte años los nombres de David Hayter (quien figura hoy como co-guionista del film), Darren Aronofsky y Paul Greengrass, que el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons es tan detallista que no había otra manera de adaptarlo a la pantalla que respetando en lo posible esa filosofía. Es una decisión que ha sido celebrada por los muchos admiradores del que ha sido calificado como “el Ciudadano Kane de los cómics”, temerosos de que, como en tantas otras ocasiones, el cine desvirtuase los inmensos valores de la obra original. Pero, al mismo tiempo, y pese a que la película tendrá una duración de 157 minutos que se extenderá y ramificará con numerosos extras cuando sea editada en DVD, queda en el aire la duda de hasta qué punto es fiable la afirmación de Snyder y, sobre todo, de hasta qué punto no puede perjudicar el valor intrínseco del film haberse plegado tan literalmente a la enorme complejidad del cómic.
Al fin y al cabo, hablamos de una novela gráfica de 338 páginas que según quien la escribió, Alan Moore, ha de leerse “cuatro o cinco veces” para percibir todos sus matices. Una novela gráfica ubicada en un presente alternativo al nuestro, que solapa varias narraciones complementarias, que se centra en un complejo complot que va desvelándose a lo largo de los doce números que compusieron “Watchmen” originalmente, y que propone como conjunto una audaz deconstrucción del arquetipo superheroico. Una novela gráfica que Moore concibió con la idea de que la historia que desarrollaba fuera imposible de contar si no era con viñetas, y que en su opinión “no es nada cinemática”, al contrario que las películas.
Snyder no se ha sentido amilanado por el encargo ni por las advertencias de Moore y sus seguidores: tras debatir durante dos semanas si lo aceptaba o no, se limitó a dar el sí con el simple argumento de que “si no lo hacía yo, alguien acabaría haciéndolo”. Arrancaba de esta manera una producción de 120 millones de dólares que, como 300, debía parte de sus escenarios a la infografía y su puesta en escena a las planchas dibujadas, y que no aspiraba a reinventar el cómic sino a convertirse en una “celebración de su espíritu”. Seguimos, pues, en 1985; en unos Estados Unidos en los que existen superhéroes que antes de ser declarados ilegales han permitido a su país ganar la Guerra de Vietnam y que el presidente Richard Nixon se perpetúe en el poder; y sobre los que gravita la amenaza de que se concrete la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Mientras el mundo teme el más que probable conflicto, se desarrolla en la sombra una conspiración monstruosa…
La complejidad y ambición de lo narrado es tal que no solo ha sido necesaria la contratación de un reparto de actores jóvenes para poder envejecerlos en las distintas líneas temporales que abarca el guión. Se ha requerido también la búsqueda de dobles de al menos dieciocho personajes históricos, entre ellos Nixon, Henry Kissinger, Fidel Castro, Yoko Ono y John Lennon, John F. Kennedy, Andy Warhol, Mick Jagger y David Bowie. Se han conseguido los derechos de canciones prototípicas de los periodos expuestos, como “The Times They are a-Changing” (Bob Dylan), “99 Luftballons” (Nena) y “Unforgettable” (Nat King Cole). Y se han recreado interiores y trajes de superhéroes no únicamente en referencia a determinadas estéticas históricas sino a plasmaciones cinematográficas previas. En este último aspecto, existen guiños a Batman & Robin, The Man Who Fell to Earth y Teléfono Rojo, Volamos hacia Moscú.