Su mayor defecto: la debilidad argumental frente al esfuerzo visual.
Tercera parte de una exitosa saga que desgrana sus citas con escrúpulosa cadencia de tres años, Underworld 3 propone un regreso a los orígenes de la historia y los personajes de sus antecesoras, ofreciendo al público explicaciones acerca de la mitología establecida. Si en las precedentes el conflicto central sucedía en un tiempo más o menos actual mostrando la encarnizada lucha entre vampiros y licántropos, en esta nueva entrega se retrocede unos mil años en el tiempo para explicar los orígenes de la guerra.
Lucian (Michael Seen) es el primer individuo de una nueva raza de licántropos que consigue dominar su fiera metamorfosis a voluntad. Nacidos bajo el yugo de Víktor (Bill Nighy) rey de los vampiros, para ser utilizados como ejército y protección, se sienten continuamente vejados por el trato de éste y sus súbditos, que desprecian su condición lobezna. Sin embargo, Sonja (Rhona Mitra), hija de Víktor y poderosa guerrera, mantiene una relación secreta con Lucian y conoce sus planes: librarse de la esclavitud vampírica y liderar al resto de licántropos para escapar del reino de Víktor.
Trilogía (hasta el momento) dotada de una potente imaginería visual, esta tercera parte tiene la virtud de no bajar el tono de sus predecesoras, recuperar personajes fundacionales en su mitología y abrir nuevas vías argumentales y estéticas para la saga. Argumentales porque la pirueta temporal es correcta en el establecimiento de lo contado con anterioridad abriendo otro hilo de tiempo por el que avanzar en la historia. Estéticas porque, tras tomar el mando de la dirección Patrick Tatopoulos, el apartado de diseño, fotografía y efectos especiales ha ganado definitivamente todo el peso en el desarrollo de la saga y será la apuesta a seguir. No en vano, esta tercera entrega, es la más sofisticada en el uso de los efectos especiales, espacios naturales (Nueva Zelanda) y uso de la fotografía. Tatopoulos ha sido responsable de efectos y diseño de producción en algunas de los más sonados éxitos de los últimos años, destacando la filmografía de Roland Emmerich (Stargate, Independence Day, Godzilla, 10.000 BC) y por supuesto, las entregas precedentes de Underworld.
Como cabía esperar, Lucian consigue su sueño de liberar a los licántropos de Víktor y sus vampiros pero pagando un altísimo precio por ello. Hay en la historia reminiscencias shakesperianas y de cualquier otra cinta cuya trama se acerque a la de la liberación de un pueblo. Quizá este sea su mayor defecto: la debilidad argumental frente al esfuerzo visual. Cabe destacar la solidez interpretativa de Nighy, cuya encarnación de Víktor hace que gran parte de las secuencias funcionen, mientras que Sheen resulta demasiado blando para la entidad y fiereza que se le supone al personaje que encarna. Rhona Mitra, sin embargo, es una interesante alternativa a la original Kate Beckinsale, pues aporta una fisonomía más dura que su antecesora, que recuerda a la Linda Hamilton de Terminator.