Al parecer, esta es la primera película producida en Jordania en los últimos 50 años, asi que está excepcionalidad ya le vale muchos méritos. Su director, Amin Matalqa, emigró junto a sus padres a Estados Unidos a los 13 años y, tras dedicarse unos años a la venta de productos electrónicos, decidió matricularse en el American Film Institute de Los Ángeles, donde obtuvo su grado. Esta es su primera cinta, también escrita y producida por él que, entre otros, obtuvo un relevante premio en el Festival de Sundance.
Capitán Abu Raed parte de una sencilla premisa que se vuelve más compleja a lo largo del metraje. Una vez cerrada la trama inicial por la cual uno de los niños descubre la falsa identidad del limpiador, la película gana en complejidad y recorrido. Abu Raed, viudo y a punto de jubilarse, ha dejado de verle sentido a su existencia y el contacto con esos chicos condenados a alimentar los más bajos oficios de la sociedad jordana, le ha devuelto el ánimo para luchar por conseguirles algo mejor. Hacer que alguno de ellos, explotados laboralmente o simplemente maltratados por sus padres, vayan a la escuela ya es un auténtico milagro.
El contrapunto a la pobreza mostrada está en el personaje de Nour (la debutante Rana Sultan), una joven piloto adinerada y bella, que se ve presionada por su familia para que encuentre marido y forme una familia del modo más tradicional posible. Sin meterse en críticas ni laberintos reivindicativos el director muestra un pais con grandes diferencias sociales que parecen insalvables. Abu Raed y Nour traban amistad cuando ella comprueba los esfuerzos de él por ayudar a un viajero francés en su propio idioma en el aeropuerto. La sencillez y conversación de Abu Raed la consuela de la estupidez de los pretendientes que su padre le presenta.
El drama tiene sus ejes apuntalados en la interpretación de Nadim Sawalha como Abu Raed, un veterano actor jordano con casi cien títulos a sus espaldas en la industria hollywoodiense, y en lo adecuado del resto del casting para dar vida a los personajes que habitan en el barrio donde reside el protagonista. La mirada del director es pausada, que no lenta, acertando en las inumerables elipsis que conforman el relato, así como en los suaves movimientos de cámara que tejen el ritmo del film.
Entroncada en cierto modo con la obra maestra de Akira Kurosawa, Vivir (1952) y con unas extraordinarias similitudes con la reciente Gran Torino (Clint Eastwood, 2008) que pueden resultar incluso sospechosas, Capitán Abu Raed es un buen debut de un gran amante del cine y un observador de la naturaleza humana y la idiosincrasia de su pais, del que esperamos más trabajos que ganen la complejidad sólo apuntada en éste. Como curiosidad, mencionar que la película está dedicada a Michael Kamen y Basil Poledouris, dos de los compositores favoritos del realizador, gran coleccionista de bandas sonoras.