Produce un notorio efecto de viaje en el tiempo, que hace sentir de primera mano cómo podría ser la vida en la prehistoria.
Desconocemos qué motivos han llevado a estrenar en España esta película nada menos que ocho años después de su realización. Si es con la intención de estrenar pronto la segunda película del mismo equipo Los diarios de Knud Rasmussen (2006), es bienvenida. Ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes de 2001, galardón que premia a la mejor ópera prima, Atanarjuat cuenta con varias virtudes, muchas de ellas de caracter extracinematográfico.
La comunidad inuit, lo que nosotros conocemos como esquimales, vive en el Ártico Canadiense bajo durísimas condiciones climatológicas. Lo extremado de su forma de vida ha hecho que ésta se mantenga inalterada desde hace casi cuatro mil años, por lo que observar las costumbres de este pueblo es conocer de primera mano la prehistoria humana. En concreto, la cinta se rodó en Igloolik, una región de la isla de Baffin con unos mil habitantes y está grabada enteramente en su lenguaje nativo, el inuktitut.
A pesar de lo reducido de esta comunidad de treinta mil habitantes de los que un cuarenta por ciento son menores de quince años, existe una iniciativa de producción cinematográfica asentada en Nunavut, su capital. Su objetivo es rodar largometrajes que conserven la cultura de este pueblo ya que, al carecer de escritura, sus historias y tradiciones se han trasmitido oralmente durante sus cuatro mil años de historia.
Atanarjuat es una de sus leyendas más populares. El guionista Paul Apak Angilirk, lamentablemente fallecido antes de finalizar el film, entrevistó a ocho ancianos para que se la narrasen. Tras oír las versiones elaboró el guión, intentando la mayor fidelidad posible. Esta leyenda transmite el sentimiento de colaboración y fraternidad entre los inuit, fundamental para su supervivencia. Cuenta como un chamán introduce el mal en una de estas comunidades de modo que uno de sus miembros se ve acosado por el asesinato de su hermano, el abandono de su mujer y el exilio de su pueblo. Su pureza inuit le hará sobrevivir y regresar para deshacer el maleficio, devolviendo la armonía al grupo.
Es inevitable relacionar esta cinta con la mítica Nanook, el esquimal (Robert Flaherty, 1922) considerado el primer documental de la historia. Aunque aquí se trate de una ficción, su espíritu es el mismo, porque muchas de sus escenas tienen como fin mostrar un modo de vida. Observar durante las tres horas de metraje el quehacer de este pueblo produce un notorio efecto de viaje en el tiempo que hace sentir de primera mano cómo podría ser la vida en la prehistoria. Como curiosidad mencionaremos el hallazgo en 1991 del cuerpo congelado de un cazador en los Alpes italianos cuya datación se estimó sobre el 3300 a.c. Este individuo, bautizado como Ötzi, ha sido objeto de númerosas investigaciones arqueológicas y antropológicas que han llegado a esclarecer incluso la causa de su muerte, un crimen a manos de otras cuatro personas. Curiosidades aparte, las costumbres de Ötzi reveladas por los distintos estudios no difieren lo más mínimo de las mostradas por el pueblo inuit en esta película.
Zacharias Kunuk, director, echa mano del único recurso razonable para rodar en esas condiciones, la cámara al hombro. Y lo hace con gran intuición, alcanzando el plano subjetivo en muchas ocasiones o usando lentes deformantes para recrear la violencia o la magia. La huida de Atanarjuat corriendo desnudo por el hielo evitando a sus asesinos permanecerá imborrable en la retina del espectador.