Ladrón con ética y talentoso, se entrega en el curso de un golpe a la policía para evitar la detención del resto del grupo. Al salir de la cárcel sigue con sus andanzas en un plan elaborado, pero el resto de sus desquiciados compañeros, unos enigmáticos agentes del FBI, y un cubano raro, lo complican todo.
Esto es el la idea base. A la construcción se le añaden actores con nombre (Christian Slater, Val Kilmer y Daryl Hannah) y un director -Predrag Antonijevic- que llegó de Yugoslavia apadrinado por Oliver Stone quien generosamente le produjo su primer trabajo en estados unidos, ‘Savoir’.
Bien, lo que éste hace detrás de la cámara, es sencillamente de proporciones titánicas. Pero no del vocablo de origen latino “titan” (de gran fuerza/que descuella), sino de ese gran barco que recordarán por los besuqueos del Di Caprio y que se fue a pique de forma estrepitosa. Porque lo que aquí empieza como un aburrido ejercicio de recuperación -¿alguna vez se ha ido?- del robo en grupo, acaba en un bochornoso ejercicio de aficionado que entre homenajes al cine de los 50 (las escenas de conducción rodadas en estudio, utilizan técnicas paleolíticas), giros hacia el ridículo y personajes con la capacidad dramática de un botijo, llevan del ronquido al enarquecer incrédulo de cejas preguntando la causa de esta mala broma macabra.
Cierto es que el pasado agresor de Slater puede haber condicionado su carrera, que Kilmer ya no tiene la presencia resplandeciente de su juventud, o que Hannah ya no es la mujer de bandera que llena con su físico una gran pantalla. Pero ninguno de los 3 merece este descenso a los infiernos con diálogos bruscos, tópicos, soporíferos, inconsistentes, que como la misma oquedad argumental desespera desde que la mediocridad de sus inicios se convierte en una propuesta ofensiva.
Su realizador, comparado de forma injustificable con Tarantino por una tendencia hacia la violencia que en su caso si es verdaderamente gratuita –por lo mal traída y apática- se permite incluso licencias moralistas en la fase final de un largo bostezo que recubre un mal sueño indigesto. Los dos años que ha tardado en estrenarse se intuyen demasiado poco tiempo y los más de 100 minutos que dura, simple y llanamente, una excesiva condena.