La imagen que brinda Espías en la sombra, no de 1944 sino de 2009, está llena de grietas, manchas y claroscuros.
El director Jean-Paul Salomé es muy claro a la hora de explicar qué ha pretendido con esta historia (escrita por él mismo y Laurent Vachaud) sobre cinco francesas refugiadas en Gran Bretaña tras la ocupación de su país por los nazis, que regresan de incógnito a su tierra en mayo de 1944 con la misión de asesinar al jefe alemán del contraespionaje y salvaguardar el secreto del inminente desembarco aliado en Normandía: “El reto era descubrir al público con amenidad unos hechos desconocidos, planteados en forma de thriller de acción espectacular con emociones y sentimientos”.
Su objetivo se cumple de manera apenas satisfactoria. Como film de hazañas bélicas, Espías en la sombra resulta muy poco original. Una mezcla, como bien ha señalado Hilario J. Rodríguez, de El Ejército de las Sombras (1969) y Doce del Patíbulo (1967). Además, aun estando mejor realizada que anteriores películas de Salomé (La máscara del faraón, Arsène Lupin), tiene la misma tendencia a fijar bases más o menos ordenadas, para precipitarse después atropelladamente por la senda del divertimento entendido del modo más pedestre e inverosímil.
Un interesante trabajo fotográfico de Pascal Ridao, una bonita (y escasa) banda sonora de Bruno Coulais, y la presencia al frente del reparto de actrices tan solventes como Sophie Marceau, Marie Gillain y Julie Depardieu (pese a que sus personajes no sean sino arquetipos que aspiran a una identificación primaria por parte del espectador, algo sobre lo que volveremos después), terminan de remachar una cinta aseada. A la medida exacta de esos cinéfilos burgueses que abominan de subproductos como Dragonball Evolution, y luego se arrojan en brazos de películas que abusan de temas sancionados por la Historia, la Seriedad y el Buen Gusto como excusa para ofrecer relatos cuya densidad intelectual no es en el fondo mayor a la que ostentan los vividos por Goku y Piccolo.
En cualquier caso, una vez establecido ante qué tipo de película nos hallamos, es inevitable preguntarse el por qué de tantas producciones recientes centradas en la resistencia contra los nazis: Espías en la sombra, El libro negro, Flame \& Citron, Valkiria, Resistencia. Y el por qué casi todas ellas presumen de aportar “una nueva mirada” sobre los hechos acaecidos antes y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en realidad lo que las caracteriza es, paradójicamente, la falta de énfasis en su mirada. Salvo que esa atonía focal represente una manifestación subconsciente del desinterés tan común en nuestros días por la comprensión cabal del ayer.
Si a ello se le suma lo que comentábamos hace poco a propósito de R.A.F. Facción del Ejército Rojo, es decir, nuestro convencimiento de que una película habla ante todo del tiempo en que ha sido realizada por mucho que se remita al pasado, cabe interpretar el nulo convencimiento con que se retratan los pulsos pretéritos entre oprimidos y opresores como un reflejo no muy alentador de nuestras propias estrategias para hacer frente a determinadas coyunturas sociopolíticas, así como de nuestros esfuerzos baldíos por reformularlas (en este aspecto, Resistencia es el título más atrevido de los citados).
Para colmo, Jean-Paul Salomé tiene el cuajo de afirmar que Espías en la sombra reivindica a las mujeres que lucharon en su momento contra los alemanes y cuyo heroísmo fue minusvalorado o barrido de la memoria colectiva por el machismo opresor (el título original del film es Mujeres en la sombra). ¿Qué pensar entonces de la panoplia de féminas estereotipadas que despliega su película, entre las que por no faltar no faltan ni la mojigata ni la puta? ¿Qué pensar del recurso a los tópicos sentimentales más rancios asociados a las protagonistas? ¿Qué pensar de que las cinco sean atractivas y vayan perfectamente maquilladas en todo momento? ¿Se hace honor a las mujeres reales de cualquier época reiterando clichés representativos que perpetúan su idealización alienante en cuanto género? ¿No han tenido nada que decir al respecto las actrices que han dado vida a tales maniquíes?
Que Espías en la sombra sea poco más que un divertimento no hace superfluas tantas consideraciones sino, por el contrario, más pertinentes. Es justo en el seno de la cultura popular, de los productos sin otra ambición que la de llenar secciones de cultura, tertulias radiofónicas y noches aburridas, donde se configura a diario la imagen del mundo que habitamos. Y la que brinda Espías en la sombra, no de 1944 sino de 2009, está llena de grietas, manchas y claroscuros.