Naufraga en todos los frentes que abre, resultando deficiente como película de aventuras, de ciencia ficción, como comedia...
En 1975 los estudios Disney ya ofrecieron una primera versión filmada de esta novela homónima de Alexander Key. Aquella interpretación de La montaña embrujada vendría complementada por Los pequeños extraterrestres, secuela que data de 1978. Siguiendo con la (molesta) tónica imperante en los grandes estudios de no dejar una sola idea por vampirizar o rehacer, nos llega ahora una nueva traslación a la pantalla grande de la misma historia.
Dwayne Johnson (desprendido ya de aquel descriptivo alias de The Rock) interpreta a un rudo taxista de Las Vegas en cuyo camino se cruzarán un par de alienígenas con la forma de unos adolescentes, de los cuales se convertirá en improvisado canguro. La difícil tarea de los extraterrestres consiste en evitar ser capturados por las fuerzas del gobierno estadounidense, esquivar la persecución a la que se ven sometidos por un letal exterminador de su propio planeta, y finalmente conseguir recuperar una nave espacial con la que poder regresar a su planeta, impidiendo de paso la destrucción de toda la humanidad. Casi nada.
Empecemos por nombrar los laureles de Andy Fickman, realizador en el pasado de títulos más bien discretos como Papá por sorpresa (2007) –ya en aquella ocasión con The Rock– o Ella es el chico (2006). Añadamos las nulas dotes actorales de Johnson, que una vez más se mete en la piel de un héroe cachas, descerebrado y sin la más mínima chispa de humor, y pongámoslos a ambos intentando levantar un producto pueril, aliñado con efectos especiales poco destacables (siendo sutiles), y con un guión que va abriéndose paso sin ningún tipo de miramiento hacia la coherencia argumental.
Por poner algunos ejemplos, digamos cómo al bueno del protagonista le cuesta horrores aceptar la procedencia extraterrestre de sus protegidos, pese a haberse pasado treinta minutos de película presenciando demostraciones poco disimuladas de su poder (y aun así, él sigue pensando en hombrecitos verdes con antenas). Luego los poderes de los repelentes niños alienígenas son usados cuando mejor conviene al guión, siendo olvidados en momentos en que se considera oportuno que vale más la pena presenciar una prolongada persecución de coches (y otra, y otra...). Por último, clama al cielo que en una escena clave los adolescentes se quejen de que su asistente humano no desea ayudarles, cuando a esas alturas ya lleva unos cincuenta minutos de filme haciéndolo.
Si bien durante la primera media hace aparición el tedio, a partir de ahí la desesperación va en aumento, ya que la producción naufraga en todos los frentes que abre, resultando deficiente como producto de aventuras, de ciencia ficción, como comedia... Apenas contentará en su función de sobremesa cuando se pase por televisión, ya que está llena de absurdos que sólo deberían pasar por alto los más jóvenes de la casa, pero obviamente conformarse con ello supone un triste balance.