El Tribeca Film Festival fue fundado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 por Robert De Niro y otros neoyorquinos ilustres, con el objetivo de reanimar inmediatamente la vida cultural de la Gran Manzana. Ahora que cumple su octava edición, que tiene lugar desde ayer y hasta el próximo 3 de mayo, puede que el propio certamen afronte la peor crisis desde su creación, aunque la razón sea económica.
Y es que la recesión mundial ha obligado a los organizadores del Tribeca a limitar los films exhibidos a 85 (en 2007 fueron 157), así como a reducir su presupuesto debido a la ausencia de patrocinadores. Además, la propia producción cinematográfica independiente, aquella que auspicia el festival, ha visto cortado su flujo en seco. Esto ha provocado que la presente edición se caracterice por las películas modestas, filmadas en digital y a menudo con el mercado doméstico como destino.
Lo que no quiere decir que falten títulos sobradamente recomendables: la última comedia de Woody Allen, Whatever Works, con Larry David, que supone el regreso a su ciudad amada por parte de Allen; American Casino, de Leslie Cockburn; la sátira política In the Loop, protagonizada por James Gandolfini (Los Soprano); el documental sobre los gays y el poder Outrage, realizado por Kirby Dick; The Eclipse, dirigida por Conor McPherson y protagonizada por Ciaran Hinds; The Girlfriend Experience, última propuesta de Steven Soderbergh); y hasta dos films de Spike Lee: Kobe Doin’ Work, sobre el jugador de la NBA Kobe Bryant, y Passing Strange, basada en el musical de Broadway homónimo.