Hace cinco años, cuando las carteleras de todo el mundo sufrían la fiebre de las producciones de terror adolescente, irrumpió un film que irreverentemente imitaba todos los clichés y manierismos típicos de estas cintas, una especie de Quijote de las producciones de terror.
Solo que no pretendía acabar con este género, tal como se propuso Cervantes con las novelas de caballería: el fin que perseguían los hermanos Wayans con Scary Movie era el de crear una nueva saga, que paralelamente a las series que la inspiraron (Scream, Se lo que hicisteis el ultimo verano, etc) vaya desarrollándose y creciendo con el único fin de que las recaudaciones aumentaran a la par.
Los pingües beneficios que ofreció la primera parte, brindaron a sus directores una mayor libertad a la hora de rodar la segunda, haciéndola así más suya. Y a vista de los resultados de aquella, los Wayans debían ser unos auténticos aficionados al cannabis, no solo por las constantes referencias a lo largo del metraje, sino porque para encontrarlo minimamente divertido hacía falta estar colocado o ser un colgado de nacimiento.
Para esta tercera entrega se ha prescindido de los artífices de las dos anteriores y se ha puesto tras las cámaras a David Zuker, creador de las series de humor surrealista Aterriza como puedas y Agarralo como puedas, las mejores dentro de su clase.
Sus pasos siguen el camino iniciado por los Wayans, dejando a la cinta en la misma línea que las dos anteriores, pero con un resultado superior. La historia sigue siendo un mero pretexto para crear situaciones ridículas y parodiar films de éxito, algo muy acusado en Scary Movie 3, hasta el punto que llega un momento en el que no es fácil distinguir entre si es una película o un Hommo zapping a la americana.
Pero el único fin que se persigue es hacer reír al espectador sin que piense demasiado, y eso se consigue con creces: a los cinco minutos de comenzar a ver Scary Movie 3 la risa gana la batalla a las neuronas, y uno se convierte en un descerebrado más dispuesto sólo a la carcajada e ingesta de palomitas, olvidando la realidad mucho más seria que espera a la salida del cine.