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The International: Dinero en la sombra

Maldiciendo a la banca

Un artículo de JBA || 27 / 4 / 2009
International

Su descompensación en las argumentaciones de oficinas y contención en la acción aburrirá posiblemente a la parte del respetable más visceral.

Fruto de las necesidades argumentales del cine, pocas cosas le son tan esenciales como la existencia de un villano que enfrentar al héroe de turno, exaltando el primero todo lo posible su capacidad para ser odiado y responsable de los males del mundo, para que el segundo refuerce así su capacidad de identificación con el público al enfrentarse impertérrito a sus pérfidas intenciones.

Tanto da si se trata del psicópata de turno, de si estamos ante un representante del Lado Oscuro que esconde su deformidad y voz gutural tras una máscara negra, o si los tiempos modernos lo han encarnado en las figuras poderosas a las que podíamos culpar de las desdichas mundiales. Ante todo, son villanos, figuras a las que odiar durante 90 minutos.

En El Señor de la Guerra un personaje se alzaba con características contradictorias para enfocar al mal rotundo de su propuesta: el tráfico de armas. En Syriana, de forma más dispersa, se podía apuntar al petróleo o la dependencia energética como la responsable de nuestra propia condena (si bien un enfoque más global la hacía resultar más acertada). Recientemente La Sombra del poder (habitualmente esto va de sombras, vivan las conspiraciones) apuntaba a los políticos y a sus propias necesidades de supervivencia y formas de controlarlo todo como el mal identificable (y en aquel caso, la heroicidad quedaba en manos de una prensa agonizante).

El llamado cine documental, por su parte, no ha faltado a la cita con mayor arrogancia enfocando peligros. Para Michael Moore durante mucho tiempo el diablo lo encarnaba sin cuidado por disimularlo Bush, hasta el punto que su propia –y comprensible– antipatía hacia el personaje le impedía mostrarse todo lo riguroso que debía en parte de sus argumentaciones. El ecologismo y esos monstruosos seres empeñados en ir al trabajo en coche, no sólo ha sido objetivo de un Al Gore cuya mansión consumía como 20 hogares norteamericanos, sino que también la ficción nos congeló hasta el tuétano en El día de mañana mientras sus discípulos hablaban del Apocalipsis vía calentamiento. Incluso en La Pesadilla de Darwin podría pensarse que el mal mundial es la perca, si no fuera porque entre sopor aquel drama de pescados nos devuelve a otro de los anunciados, el del tráfico de armas.

Con todo esto probablemente la ocasión era idónea para antagonizar a la banca. El sector financiero se viene abajo, las facultades de económicas se convierten en un chiste titulado relatado en cinco años y los mandatarios de medio mundo se encogen de hombros mirándose los unos a los otros ante el agujero negro que consume nuestras vidas en hipotecas y desesperanza. Así llega The International a tirar de conspiración para explicarnos la importancia que tiene que el mundo entero te deba dinero, el poder que eso te confiere, justo cuando conocemos algunas de las sórdidas técnicas que han empleado en la última década los banqueros para llevarnos a todos al matadero.

En esta línea, con mayor alarmismo y mayor falta de rigor de la que empleó Moore, Zeitgeist había jugado recientemente con éxito a eso mismo como documental alejado del circuito comercial, y ya hay quien se ha tomado la lucha que establece contra los dogmas como un auténtico dogma (según el cual, en un futuro muy cercano todos andaremos con el permiso de chips que controlarán aburridos banqueros desde sus casas).

La forma de encararlo que nos ocupa, puramente cinéfila, es obra de Tom Tykwer, quen aporta aciertos estéticos y atmosféricos como puede suponérsele al autor de Corre, Lola, Corre y más recientemente El Perfume (una obra que vista la complejidad de su adaptación posiblemente debía haber sido tratada con mayor respeto). Su descompensación en las argumentaciones de oficinas y contención en la acción aburrirá posiblemente a la parte del respetable más visceral y por tanto con ansias de ruido y pirotecnia. Brinda a cambio una escena de intercambio pólvora espléndidamente realizada (con concesiones a los inevitables abusos) en el Guggenheim de NY para remarcar que esta decisión no es por falta de habilidades, sino por necesidad de emplear metraje en una causa que precisa más del que conceden sus casi dos horas.
El guión, obra del debutante Eric Singer, está cerca de darle la réplica Tykwer con algunas frases lapidarias y capacidad para huir en varios tramos de tópicos y persecuciones innecesarias, pero lamentablemente en otros pierde el norte y tan pronto se le escapa el ritmo entre las manos (mientras un agotador piano de fondo intenta en balde rescatar con tonos agudos la atmósfera), como lo hace la coherencia obligada por un intento efectivo de desenlace.

“A diferencia de la ficción, la realidad no tiene porqué tener sentido”, espeta un decepcionado Wexler (Armin Mueller-Stahl), mercenario al servicio de la banca tras años de ideales al Partido Comunista, a un Clive Owen cuya obstinación por su causa es tan exaltada como la maldad impuesta al bando bancario. En esa ficción que difiere de la realidad se resuelve también y por similares motivos una de las dudas que más corroe a los analistas serios que enjuician a los gobiernos y gobernantes de estos tiempos: si sus fallos son causados por maldad o por estupidez. En su terreno, la atractiva visión de la lógica y de la razón humana operando a pleno rendimiento deja a la maldad como algo menos denigrante para quienes mueven los hilos, y sobre todo algo más estético y, nuevamente, antagónico.
Pero aparte de esa reflexión, el argumento de esta cinta acaba con conclusiones tan tibias como lo es el resultado del propósito de distracción que debía cumplir. Aunque por momentos resulte tranquilizador culpar a figuras concretas desde la butaca y creer que el problema de los poderosos fue sólo de maldad, y que siempre habrá héroes estoicos que, aún encerrados en celuloide, viñetas o videoaventuras, se mantendrán firmes cuando todos decaigan.

FICHA TÉCNICA DE THE INTERNATIONAL: DINERO EN LA SOMBRA

Título original: The International

Fecha de estreno: 24-04-2009

Año: 2009 Duración: 118 min

Director: Tom Tykwer

Guión: Eric Singer
Intérpretes: Clive Owen, Naomi Watts, Armin Mueller-Stahl, Ulrich Thomsen, Michel Voletti

Lo mejor:  

-La sobria fotografía.
-La escena de acción en el Guggenheim.
-Eludir los abusos del thriller.

Lo peor:

-Indiferencia en varios tramos.

Puntuación:

5,5

Conspiraciones contra la banca con algún desajuste en el ritmo y poca acción aunque de considerable calidad.



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