Finales de los setenta. Los viejos ideales hippies de paz y amor han muerto, y en las calles de Bay City el crimen organizado esta en su momento más álgido. El mercado de la droga se va extendiendo, gracias a una nueva variante de cocaína inodora que burla los controles policiales. Dos policías un tanto peculiares serán los encargados de acabar con esta caótica situación: Starsky y Hutch.
Este es el pretexto que ha utilizado el director Todd Philips para llevar a la pantalla grande una de las series más emblemáticas de la historia de la televisión. Tanto la serie como la película (número uno en EEUU) han cosechado un tremendo éxito, fruto de la frescura de sus situaciones y diálogos, algo que es de agradecer en un género tan trillado como el policiaco.
A diferencia de otras adaptaciones de series de televisión, como Los Ángeles de Charlie o Shaft, en Starsky y Hutch no se traslada la acción a la actualidad. El director ha recreado la trama de manera que el gancho de los personajes depende en gran medida del contexto en el que se sitúan, y el marco de los setenta es perfecto para ellos. Pero no es ya que Starsky y Hutch sea una película ambientada en los setenta, es que sencillamente es una película de los setenta. Las escenas de acción están rodadas como se hacía entonces, obviando los efectos made in Matrix tan presentes en las películas actuales. La cinta propone una acción más realista, aderezada con ciertas dosis de humor. Y es que una de las virtudes es la de no tomarse nada demasiado en serio, incorporando numerosas escenas cómicas que van en detrimento del elemento dramático.
Para ello cuenta con dos cómicos de primera como son Ben Stiller y Owen Wilson, secundados por un espléndido Snoop Dog. Esto da un tono ágil y ameno, que hace que sus dos horas de duración pasen sin apenas darse cuenta.
Como último apunte, destacar el cameo de los actores de la serie original, y unas divertidas tomas falsas reservadas para el final de la cinta.