Esta película, junto con las ya comentadas en esta revista, La Vergüenza y 25 kilates han sido lo más destacable del pasado Festival de Cine de Málaga. Al contrario que las mencionadas, la cinta de Juan Martínez Moreno no mereció ningún premio, injustamente desde nuestro criterio.
Un buen hombre expone uno de los problemas morales más extendidos de nuestra historia reciente, vigente aún en determinada vida de provincias donde acertadamente sitúa el realizador y guionista la acción: la alta catadura de una vida moralmente intachable no exime de culpabilidad ante la atrocidad de un delito. Ésta extendida creencia ha revestido de dignidad la actitud de generaciones enteras de nuestro país que, bajo el manto de la asistencia a misa y la observación de las costumbres morales imperantes, ha permitido vejaciones hacia quién no seguía dichas normas. No pensemos sólo en nuestro pasado reciente, el modelo se repite sin cesar. Si hoy día cambiamos moral católica por activismo progre, el resultado es el mismo. De ahí el valor de la propuesta.
Martínez Moreno conduce la narración por el camino del thriller más oscuro, cuando el conocimiento del crimen saca a la luz las soterradas ambiciones y problemas que la vida académica y provinciana oculta. La excelente fotografía de Gonzalo Berridi alimenta los claroscuros de cada personaje con precisión y la música de Sergio Mouré o la ausencia de ella tensan el relato con eficacia.
Pero es, sobre todo, el impresionante reparto lo que refuerza la tesis del film. Ha sido esta una de las pocas veces en las que hemos disfrutado de la composición de la voz y del personaje por parte de todos los actores del reparto. Tristán Ulloa realiza una soberbia interpretación que le sitúa en primera línea dentro de los actores españoles, definitivamente alejado de los roles juveniles. Intentar adjetivar a Emilio Gutiérrez Caba desde este texto sería decir muy poco a favor de nuestro conocimiento y respeto por su figura y carrera. Alberto Jiménez y Nathalie Poza demuestran su impecable solidez construyendo sus personajes sin apenas apoyos visuales en forma de secuencia que expliquen sus historias.
Es una lástima que la búsqueda inexcusable de público joven que llevar al cine para superar la manoseada crisis del cine español impida premiar a cintas como la comentada. Sin despreciar las de David Planell y Patxi Amézcua, Un buen hombre hubiera merecido mejor suerte en el palmarés final y su reparto alguna biznaga que llevarse a casa, a tenor de la calidad, pulso y relevancia de su propuesta. Martínez Moreno es un realizador discreto, reflexivo y tenaz, buen conocedor del oficio y del cine, que a buen seguro verá premiada pronto su esfuerzo con un gran éxito.
Lamentamos que la falta de respaldo del festival y su orientación a un público joven no haga llegar a oídos de un público maduro esta historia que, a pesar de que muchos distribuidores lo ignoran tenazmente, abarrota las salas a poco que la oferta les esté bien orientada. Los que duden pueden consultar la recaudación en España de cintas como Gran Torino