Comedia depresiva, ambientada en una Roma veraniega que parece un escenario posapocalíptico y protagonizada por personajes que ya no pertenecen a nuestro mundo.
Vacaciones de ferragosto ha sido promocionada por el director novel, guionista y protagonista Gianni Di Gregorio como una comedia sobre “la riqueza, vitalidad y energía de los viejos”. Y en esa línea ha sido celebrada por críticos, festivales y espectadores. Para quien esto escribe, en cambio, la sensación que provoca la película es la de una profunda melancolía, fruto de la soledad y la vulnerabilidad que ha implicado para sus protagonistas el paso de los años y del retrato de una brutal desestructuración social.
Aspectos que, justo es reconocerlo, Di Gregorio también ha manifestado querer reflejar, pero que quedan en segundo plano: Vacaciones de ferragosto se inscribe en ese tipo de películas que juegan con el público al palo y la zanahoria, dejándonos finalmente roer la hortaliza para tranquilizar nuestros espíritus. Nos sentimos inmersos durante un rato en graves problemas reales que se rematan luego de manera algo incongruente con “buen rollo”, con “buen sabor de boca”.
Así, una anécdota argumental sórdida —Gianni, un cincuentón que utiliza el delicado estado de su provecta madre como excusa para su vagancia y alcoholismo, se ve forzado por circunstancias económicas a albergar en su casa a otras tres ancianas durante un puente de agosto— es acolchada por una resolución minimalista en cuanto a retórica formal y metraje, y semidocumental en lo relativo a muchos de los intérpretes y al carácter exploratorio e impresionista de la cámara. Si a ello le añadimos un humor esquemático y una agradable música de violonchelo y guitarra, estamos muy cerca de obtener el placebo ideológico perfecto para el habitual a las salas en versión original.
La película funciona en ese registro, pero si de verdad resulta interesante se debe a sus facetas más oscuras, esas que no se han resaltado demasiado ni en su seno ni desde fuera y que podrían ligarla a Gomorra (no por casualidad, gran parte de su equipo técnico participó asimismo en la película de Matteo Garrone). Vacaciones de ferragosto se inicia con la madre de Giovanni escuchando arrobada cómo su hijo le lee Los Tres Mosqueteros, un relato caracterizado por la nobleza y la aventura, en contraposición a un entorno real marcado por la decadencia y la abulia; hacia la mitad del metraje, una de las mujeres asistidas por Gianni recuerda cómo cuidaba de su abuela cuando era joven mientras que ella, como las demás ancianas del film, ha sido echada a un lado por sus familiares; y, en los últimos minutos, las cuatro ancianas y su cuidador pasan a conformar algo parecido a un paraíso recobrado gracias al dinero, elemento que determina en todo momento el sentido de la ficción…
Gomorra se constituía como visión panorámica de una Italia agostada éticamente, transfigurada en ese “paisaje después de la batalla” entre el humanismo y el reino de lo posible que ha ganado la segunda fuerza contendiente. Vacaciones de ferragosto complementa domésticamente la misma mirada, en una Roma veraniega que parece un escenario posapocalíptico y a través de unos personajes que ya no pertenecen a nuestro mundo, criaturas de un ecosistema real que eludimos a toda costa, que estamos dispuestos a pagar por no afrontar, pero al que nos veremos abocados antes o después, cuando el destino nos alcance.