Una reivindicación del respeto, la buena educación y las costumbres sencillas como modo de vida.
Tras el abandono de la escuela, el sexagenario protagonista de Sueños de juventud intenta dedicarse a otros trabajos, alguno de ellos descabellados para su edad. Su esposa (Daniela Kolarova) traduce esta actitud como un irrefenable deseo de no estar con ella, de huir del hogar y la relación común, anegada por la inercia tras cuarenta años de matrimonio.
Finalmente Tkalun parece encontrar un puesto a la medida de su concepción de la vida: el servicio de botellas retornables de un supermercado. El trabajo le permite un trato amable y personal con los clientes, le hace sentirse útil y además puede dar rienda suelta a su imaginación con respecto a las mujeres. Su ventanilla de recogida es un mirador espléndido desde donde observar un desfile femenino diario.
El dúo formado por Zdenek y Jan Sverák, padre e hijo en la vida real, firman una nueva historia en la línea de sus anteriores colaboraciones. Zdenek es el guionista y actor principal, Jan el realizador. Ambos pueden presumir de ser los cineastas más conocidos de la República Checa, cada nueva cinta se recibe con un éxito de público y galardones a nivel nacional e internacional, culminados por el Óscar a la Mejor Película Extranjera en 1996 por la Kolja.
Sueños de juventud es una reivindicación del respeto, la buena educación y las costumbres sencillas como modo de vida. También es una celebración de la vida, del sexo y del amor, especialmente en los años de senectud, en los que la sociedad se empeña en desalojarnos del mundo cuando se ha producido la jubilación laboral. La longevidad medida en los últimos estudios en Europa debería corregir esta muerte prematura que en muchas ocasiones es la jubilación.
Adecuándose a la naturalidad de lo narrado, el estilo de Jan es a su vez simple sin dejar de ser eficaz, lejos de trucos narrativos y movimientos de cámara complejos. Volcado con la naturalidad de sus intérpretes, el director persigue linealmente la historia, donde la suma de sucesos referentes a la insatisfacción de lo cotidiano termina en una secuencia final liberadora en su sencillez dramática.
Similar en su desenlace con la excelente Grand Canyon (Lawrence Kasdan, 1991) donde la visión de un paisaje natural relativiza y aminora la gravedad de los problemas cotidianos y retorna sentimientos olvidados, sus creadores retratan una generación en retirada, desplazada por la tecnificación que nos empieza a dominar y que diluye las relaciones y sentimientos personales. También es de agradecer haber evitado al espectador el convertir la cinta en un paseo turístico por Praga, mostrando su parte urbana.