Los pretendidos giros argumentales claman en voz alta su evidencia, y los vaivenes de los personajes rellenan la desecada peripecia.
Con dos años de retraso, llega a nuestras pantallas Cleaner, último ejemplo de cómo le facturan los años al realizador Renny Harlin. No es el filme ningún ejemplo paradigmático de originalidad. Sin embargo, le debemos a Harlin la mastodóntica tarea de sacarle provecho a un guión que defiende una sobrecarga de todo lo manido.
Cleaner se inscribe en el thriller policíaco con gotas de film noir y espóradicas dosis de melodrama convencional. Para ello, se sirve de un póquer de ases en su reparto que insuflan cierto aliento a una trama desmerecida, y por momentos exánime. Samuel L. Jackson, Ed Harris y Eva Mendes compiten por el plano durante el minutaje, y si bien los dos primeros demuestran su destreza, Mendes pasea genio y figura, quedando relegada al rol de mujer florero. La inclusión del eterno secundario de lujo que siempre hace contrastar la pantalla –hablamos de Luis Guzmán- remata la jugada.
En su argumento se muestran las tópicas claves detectivescas, propias de un cluedo narrativo que parte de la premisa del homicidio tramposo, cuya limpieza envolverá en la trama al protagonista de la función: el ex-polícia reciclado en limpiador de crímenes y lugares manchados de sangre (Jackson), que se verá directamente relacionado con la investigación de rigor del departamento de polícia donde él había bregado. A partir de ahí conocerá a la mujer del difunto (Mendes), quien, con sus encantos, encandilará al limpiador y logrará que éste le brinde su amparo.
Si bien se reutilizan todos los clichés del género para recorrer los caminos de la previsibilidad y lo pueril, su realizador desempolva la destreza en la narración bien pulsada para perfilar, con una buena dosis de ironía, una minuciosa obsesión por el detalle, y una concentración psicológica que exprime a sus personajes, dotándoles de credibilidad entre los trillados vericuetos del género. Harlin sabe servirse de sus actores y sabe perfectamente donde poner la cámara. No le veíamos tan en forma desde que rodara su ingeniosa Deep blue sea.
Todo lo demás que Cleaner nos ofrece bien podría quedarse en el tintero. La conclusión nos remite a un desenlace una y mil veces visto, los pretendidos giros argumentales claman en voz alta su evidencia, y los vaivenes de los personajes rellenan la desecada peripecia. Lo que Harlin logra extraer de la propuesta, no logra con todo evitar que su deshidratada historia desbarate el producto final, dejando una vacía sensación en el espectador.