A pesar de toda la supuesta superficialidad que algunos asocian al escritor de Maine –podría equipararse en el cine al caso de Hitchcock, que tampoco tuvo siempre el reconocimiento ahora unánime- son varios los aspectos interesantes de muchos de sus libros, que dotados de una mayor profundidad respecto a lo que aparentan, se concretan en esta ocasión en elementos que David Koepp ha sabido apreciar y tratar con entusiasmo. Algo consecuente con el respeto propio de quien también se gana la vida escribiendo.
Y es que a pesar de que aquí repite con solvencia como director después de hacerlo en la fantasmagrórica el El último escalón -protagonizada por Kevin Bacon- él es especialmente reconocido por ser el autor de guiones tan valiosos como el de Spiderman, La habitación del pánico o Parque Jurásico.
A su vez, Johnny Depp pone su tradicional capacidad de mutación al servicio de un personaje dotado en la pantalla de una pose más sarcástica que la del original, llevando gran parte de la cinta sobre sus espaldas.
Anteriormente ya había obtenido algo de experiencia en la interpretación de escritores al hacer el papel del periodista y escritor Hunter S. Thompson, de quien se hizo amigo en la preparación de su papel, y próximamente repetirá dando vida al autor de Peterpan, J. M. Barrie, en Neverland.
Las emociones de cansancio, desprecio, lógica estupefacción ante las tribulaciones que le acosan, y otros estados más caóticos, le permiten cargar con un peso interpretativo que el resto de un acertado casting ayuda a mantener (John Turturro, interpretando al maníaco John Shooter representa la imagen misma que el lector se había formado del acosador “plagiado”)
El sujeto extraño y complejo de Shooter, se convierte en un ominoso enemigo particular, cuya faceta más extrema se mezcla con un sentido ético de lo correcto y lo incorrecto. Su forma de actuar, obedece a un quebrantamiento previo de reglas al que él responde a su manera, y se convierte en el último golpe al protagonista en su labor literaria, al violar sin miramientos la puerta en que trata de recluirse para superar su bloqueo mental.
La pretensión que éste defiende, resulta además totalmente simbólica para la cinta: que el final del cuento (“la parte más importante”) vuelva a ser el que él había escrito. Algo significativo por cuanto eso es lo que Koepp hace con el relato de King al cambiar el desenlace, llevándolo a lo que para los de siempre es un final tópico de artificio, y que no es sino un cierre bajo las reglas de la ficción con que terminar el cuento y dejar un agridulce regusto a los que disfrutan con éste tipo de producciones.