Matrix ya no es un mito. Esa es la conclusión después de un estreno demasiado esperado como para responderle sin una jugada maestra. Los hermanos Wachowsky han bajado de su trono, y difícilmente la tercera entrega les devolverá al lugar de culto en el que muchos le habían situado.
Su ejercicio de narcisisimo con aspiraciones de poesía cibernética, de trascendentalismo futurista en que afrontar la lucha hombre máquina, ha dado paso a un desequilibrio que se presenta como consecuencia de una ínfula excesiva que impide cuestionar cada frase, y pasa a considerar cada una de sus ideas un paso más en la construcción de su leyenda.
Pero la Matrix que llegó a convertirse en película de referencia ofrecía muchos frentes para ser una genialidad indiscutible. La presentación de una trama apasionante, se hacía con un cuidado milimétrico. La revolución digital en tiempos en que ya no cabían revoluciones, en que los excesos infográficos ya no impresionaban, se hacía con la justa medida para darle el peso suficiente. Y con todo, su resultado se convertía en una alegoría que mostraba a personas insertas en un programa de ordenador a modo de esquema social predispuesto que marca un camino ineluctable.
Si con esto llegó a los más variados públicos, esta continuación es para un sector especializado, acérrimos entusiastas con ganas de saber más, mentes dogmáticas que sepan adaptarse a una ciudad, Zion, hecha para ser mito: convertida después en un cruce de población acosada con momentos verbeneros, quizá no valga la pena ni salvarla. El desatino de tratar de mostrar la irrelevancia de los "zioneros" se exacerba en sesión discotequera al aire libre cavernoso, y se vuelve igualmente insustancial en reunión parlamentaria usurpada a Star Wars.
Pero dejando a un lado el incrustado videoclip, el guión cae en exceso en momentos pueriles, repite elementos anteriormente admisibles de forma recargada, y sólo al final recupera el interés a la hora de avanzar algo en la trama. Antes se ha limitado a llenar huecos por entre escenas de acción de barroca coreografía, de exacerbación de saltos, explosiones, planos movidos con frame-rate variable... es decir, aquello que antes aportaba para ser precursora, llevado al exceso. Lo cual ofrece interesantes secuencias a nivel argumental, lo cual roza -o alcanza- la apoteosis a nivel técnico.
A pesar de lo dicho, habrá que esperar el tercer episodio, pues esta no es sino una parte seccionada de algo que quizá debería haberse mantenido de forma unida en selección de lo mejor del metraje. Puede que ahí el sabor final se acerque a lo que algunos esperábamos.