Dos policías investigan sus respectivos casos: uno descubre un cadáver emparedado en un monasterio, el otro salva la vida a un iluminado que se parece a Jesucristo. Pronto descubren que ambos casos son el mismo, y seguirán su investigación con la colaboración de una experta en el apocalipsis. Casi nada.
Luc Besson, laureado director francés, es el encargado de escribir el guión de esta película que parece más americana que francesa. Hay diferencias claras con un guión yanqui: por un lado se huye de personajes estereotipados; por otro en ningún momento los protagonistas entran en el típico juego de luchas internas.
En el curso de sus indagaciones, se rodearán de citas apocalípticas, cruces siniestras y numerosas luchas cuyas coreografías no tienen nada que envidiar a las que nos traen del otro lado del charco.
El actor de “Leon, el profesional”, Jean Reno, demuestra una vez mas su naturaleza polivalente. En este caso encarna nuevamente (por algo ésta es una segunda parte) a Niemans, un inspector de policía, tipo duro, en un registro en el que Reno se mueve como pez en el agua sin excesos interpretativos.
El director, Olivier Dahan, que anteriormente había dirigido la poco conocida “Érase una vez” en que se narraba la historia de Pulgarcito, se defiende bastante bien en un estilo totalmente diferente. Mueve con corrección los tiempos y crea un ambiente tétrico y oscuro, muy propicio para enmarcar el thriller esotérico.
Con todo, esta película no pasará a los anales de la historia, aunque haya que reconocer que dentro de un género sobado y funcionando como secuela sale del paso con resultado aceptable.