Matrimonio feliz, celebra el octavo cumpleaños de su hijo raro. Su hijo raro, muere poco después víctima de un accidente. Lo clonan. Pero cuando llega a la edad de ocho ochos, se vuelve más raro aún. Al parecer, oscuras fuerzas quieren apoderarse de él, y la clonacion como la terapia del diablo que ya nos anunciaron los republicanos, es la culpable de todo.
O de casi todo. De la degradación personal de DeNiro, es culpable él solito. Por no jubilarse años atrás y recrearse en la prosecución del oprobio a una carrera que le había llevado a lo más alto, y de donde se empeña en bajar a golpes. Quizá podría haber hecho como otro de los grandes, Nicholson, que se ha dedicado a burlarse de sí mismo de forma desacomplejada en todo tipo de cintas de humor. Pero esa Terapia Peligrosa le duró poco a Don Robert, y ahora parece dispuesto a aceptar cualquier mediocridad insulsa.
En esta ocasión, se acompaña de Greg Kinnear (conocido como el gay de Mejor Imposible, donde compartía cartel precisamente con Jack Nicholson) y Rebecca Romijn-Stamo, que bien podría ganarse la vida como vigilante de la playa, y que es conocida por ser la impresionante mutante que en X-Men variaba camaleónicamente dando forma al mejor de los sueños eróticos, haciendo añorar un uso distinto de la letra X.
El mal rollito cruel que forman ante la pérdida de un hijo, y la recuperación que doblega la esperanza hasta llevarla al extremo de la angustia, está demasiado manchado por recursos vulgares al susto y al giro de guión innecesario. Da la sensación que incluso en el desenlace de la trama se ha producido una intervención productora para darle más énfasis y emoción. Lejos de eso, queda blando, flácido, hueco. Si bien algo de atmósfera ante el desconcierto, el enfoque al lado más marciano de los niños raros, y lo que en definitiva de forma cruenta explotaba Stephen King entre excesos en su “Pet Cementery”, le dan un airecillo interesante, lo más que consigue es no dar un resultado totalmente prescindible. Aunque el debate ética-ciencia se mueve entre lo trasnochado y lo pueril, lo innecesario y lo obvio, lo pretencioso y lo anodinamente superficial.