La comedia romántica es uno de los géneros más controvertidos del cine actual. Goza de una salud envidiable debido a la gran fidelidad que le profesa el público femenino, ávido de historias donde los sentimientos sean los protagonistas. Pero es denostada por otra gran parte al considerarla un género menor, donde no hay grandes obras. Sin embargo, no hay estrella que no adorne su carrera con una película de este tipo pues miden el tirón en taquilla del actor o actriz en cuestión y, a poco que funcionen, consiguen aumentar su caché de forma espectacular.
Sandra Bullock, tras la pérdida de fuelle de la diva Meg Ryan, se ha autocoronado reina del género. A través de su productora Fortis Films, en la que su propia hermana tiene un cargo ejecutivo, se encarga de mantener vivo este reinado desgranando una cinta por temporada, más o menos. La proposición ha devuelto a Bullock a un lugar en el que hace diez años que no estaba, el primer puesto de las taquillas en Estados Unidos.
Acompañada por Ryan Reynolds, actor que ha saltado a los papeles hace pocas fechas por su compromiso con Scarlett Johansson, Bullock propone en esta ocasión una especie de compendio interpretativo de su carrera. En los primeros veinte minutos, los mejores, dibuja a una ejecutiva dura y agresiva, sin sentimientos, que domina cual macho alfa su entorno laboral. Reynolds interpreta a Andrew, su asistente, en un interesante trueque de roles femenino-masculino que resulta sabroso en los diálogos y situaciones de las primeras secuencias.
Tras plantear el conflicto de la trama, la narración va desfalleciendo por un rosario de situaciones ya conocidas y gratuitas donde la estrella pueda lucirse. El conflicto no es otro que una boda, eterno recurso como lo es el del asesino en serie en un thriller. Margaret tiene que casarse con su abnegado secretario para evitar ser deportada y hundir su brillante carrera profesional. Con el fin de superar el trámite legal ambos visitan a la familia de él en Alaska. Allí dispondrán de un fin de semana para simular su compromiso e intercambiar toda la información posible antes de la fatídica entrevista en el Departamento de Inmigración, determinante del destino de Margaret.
Bullock es una buena actriz que se resiste a creerlo, a lo que tampoco ayuda el haberse convertido en una de las mujeres más ricas del mundo gracias a este tipo de personajes. Su calidad se acredita en la breve aparición de Crash (Paul Haggis, 2004) y sobre todo en Historia de un crimen (Douglas McGrath, 2006) donde interpreta a la escritora Harper Lee, autora de Matar a un ruiseñor y amiga íntima de Truman Capote. En La Proposición se le nota forzada e incómoda en las, por otra parte, malas secuencias cómicas del film, pero da lo mejor de si en la contenida comicidad de las escenas dialogadas junto a Reynolds, también muy acertadamente sobrio en la gesticulación y la palabrería.
La función está dirigida por la sorprendente Anne Fletcher que pasó de hacer coreografías de bailes, movimiento de actores y pequeños papeles a dirigir Step Up (2006) y 27 vestidos (2008). Aquí nos sorprende con la madurez de algunas secuencias, donde mezcla con soltura planos cenitales y primeros planos con gran cantidad de aire para expresar el vacío sentimental de los protagonistas. Algo que se agradece en un producto como este, pero que no alcanza la excelencia de una de las obras mayores de esta especie, Matrimonio de conveniencia (Peter Weir, 1990) cuya temática aquí se rememora sin llegar a alcanzar la excelencia narrativa de su nunca suficientemente valorado director.