Pixar, la compañía y estudio de animación que lleva diez películas asombrando a propios y extraños con sus genialiades, también se ha apuntado a la última revolución digital, el 3D. Era de esperar que, acostumbrados como nos tiene a que sus historias siempre tenga un plus de originalidad, la apuesta de Pixar no se quedase únicamente en la asunción del reto técnico. Así ha sido. Up es algo más que una cinta de animación en tres dimensiones. Up es una nueva lección de cine, entretenimiento y sabiduría humana en pequeñas dosis.
¡Cuántas reuniones habrá tenido que superar el coguionista y director de Up, Pete Docter, con los ejecutivos de Disney y John Lasseter para convencerles de que el héroe del filme sería un anciano de 78 años! Docter se salió con la suya gracias a un impecable guión y a un diseño de personajes que daría para otra reseña como esta. Porque los asuntos que recorren la historia de Up no son otros que la comunicación entre generaciones y la evidencia de que el camino es la auténtica aventura.
Carl es un vendedor de globos retirado y viudo que se encuentra en la misma situación que un personaje que hemos visto recientemente en la pantalla, el interpretado por Clint Eastwood en Gran Torino (2009). Viudo, solitario y amargado, Carl decide que es el momento de jugársela y realizar el viaje a Sudamérica que nunca pudo hacer con su esposa. ¿Cómo? Atando miles de globos de colores a la estructura de su casa hasta que la hace volar. Con lo que Carl no contaba es que iba a tener un compañero de viaje, el inefable boy-scout de ocho años Russell, que en el momento del despegue se encontraba en el porche de su casa. Carl y Russell se verán obligados a compartir aventura.
La reciente compra de Pixar por parte de Disney ha hecho que los primeros se plieguen a una demanda de sus nuevos dueños: acercar su estilo al de los clásicos de la empresa matriz. Así, sin renunciar al virtuosismo que les ha hecho famosos, los animadores de Pixar han suavizado su técnica para acercarse a la claridad y sencillez de sus antecesores. Los encuadres son menos recargados y los personajes más claros y simples, dejando el lujo de detalle para los primeros planos o las expresiones dramáticas puntuales. Puede comprobarse con asombro en la barba de Carl o en el absolutamente verosímil movimiento de las jaurías de perros.
Pero el auténtico mérito de Pixar no es solamente técnico. Su mérito está en algo soñado por cualquier cineasta que se precie; encontrar el tema adecuado y los recursos narrativos justos para contar eficazmente una historia. Desde la personalidad frágil y cambiante de ánimo de Buzz Lightyear hasta el enamoramiento incondicional de Wall·E, las películas de Pixar son un catálogo de la condición humana, un rosario de vicisitudes y sentimientos fruto de la observación de nuestra esencia y nuestra sociedad.
En Up se vuelve a cumplir. En ella se nos ofrece un mundo en el que las relaciones paterno-filiales han desaparecido o resultan distantes, absorbidos los padres por la profesionalización de la vida diaria y las mareas humanas de la ciudad. Esto pone en contacto a abuelos y nietos, lo que encarnan Carl y Russell, en lo que puede resultar un diálogo generacional de mutuo beneficio. Los más jóvenes descubren un mundo de certezas y valores que ya no les ofrece ninguna institución, los mayores renuevan la energía e ilusión enquistadas por el tiempo.
Docter apuntó en una entrevista que, sorprendentemente, lo que recuerda con más asiduidad son los momentos intrascendentes que ha pasado con sus hijos. Este hecho universal de la memoria está genialmente recreado en Up cuando Russell cuenta los momentos en que añora a su padre y cuando Carl, inconscientemente, pasa por primera vez la página del álbum de fotos donde su esposa Ellie escribió "Cosas que voy a hacer" y que creía en blanco.
No todo son virtudes en la película. La parte final, el clímax de acción aventurero, hace perder fuelle a una historia muy apegada al comportamiento de los personajes. Esta concesión al género y al público se puede perdonar gracias a los primeros minutos de proyección, donde se narra la vida en común de Carl y Ellie desde el matrimonio hasta el fallecimiento de ella. Un recital narrativo sin diálogos que corta la respiración y hace brotar las lágrimas.