¿Es posible guardar fidelidad durante el resto de tu vida cuando crees haber encontrado a "tu otra mitad"?. En esta tesitura planea Violeta, la anfitriona de este digestiva película que reflexiona sobre la búsqueda de "la relación perfecta".
Infiel por naturaleza, y encarnada por la casi desaparecida -cinematográficamente hablando- Cayetana Guillén Cuervo, está enamorada de Ariel (Alberto Jiménez) profesor de instituto y escritor en ciernes. No obstante, es incapaz de negarse ante la posibilidad de entrega en algún que otro escarceo amoroso. Su confusión se plasma en los ojos color violeta de Liz, una adorable gata -cuentan que en el rodaje era una auténtica bestia felina- que la acompaña a todas partes y en la que vuelca todos sus anhelos.
Las elevadas dosis de frescura que se transmiten en esta cinta quedan irremisiblemente ligadas en las figuras protagonizadas por Isabel Ordaz -lástima que no le den a esta enorme actriz papeles de mayor enjundia-, y la corta pero intensa aportación de un desconocido para la pantalla (por poco tiempo, se supone) Assier Etxeandía.
En cuanto a la temática a analizar -la deslealtad, en este caso, femenina- resulta bastante simple. De hecho, la evolución en el comportamiento de los personajes no llega a producirse, y más en concreto, en la figura de la omnipresente Cayetana Guillén Cuervo que, como productora que es, se ha permitido el lujo de aparecer en cada fotograma.
Su labor en el filme junto con al de todo el elenco resulta gratificante, pero el resultado final por contra, proporciona sentimientos encontrados, intimamente relacionados con los estados anímicos del reparto.
Por un lado, el tono de comedia reconforta, pero por otro, en los momentos agridulces del relato, la superficialidad sale a flote más de lo que debiera, quedándose por momentos en la simple estampa efectista ( ¿era necesario el final con Adriá Collado?).
En cualquier caso, entretiene al espectador que sigue con interés las andanzas de Violeta, y lo hace de forma ligera, sin entrar en juicios de valor acerca de las decisiones tomadas y de las que no llega a tomar partido. En su vis cómica, el trío de guionistas Paris-Feijerman-Guillén funciona como un reloj (las dos primeras ya habían demostrado sus dotes con "a mi madre le gustan las mujeres").