Dicen que los hombres (entendiéndose el término como el género masculino) fructificamos nuestra amistad en base a grandes sufrimientos: la guerra, el servicio militar, un sacrificio personal, un rito de sangre. En los tiempos que corren estas hazañas han quedado reducidas al sufrimiento en el gimnasio, a las grandes gestas de los equipos de fútbol... y a las despedidas de soltero. Nada une más que una gran farra, un desmadre del que no se sabe como se sobrevivió, pero cuyas hazañas se mencionarán una y otra vez en cada nuevo encuentro.
Tan manido tema en la comedia norteamericana de desmadres a la algo y locas academias de lo que sea, tiene en esta cinta una variante que quizá haya sido la clave para su inesperado éxito de taquilla en Estados Unidos (250 millones de dólares por el momento). Su estructura no es lineal, sino que tras una sugerente elipsis en la que el espectador amanece con los protagonistas tras la noche del fiestón, nos vemos obligados a descubrir con ellos qué carajo pasó la noche anterior. Principalmente, porque un brindis de inicio les provocó una amnesia total de lo sucedido. En segundo lugar, porque no localizan a Doug, el novio y amigo por el cual están allí todos juntos.
Es natural que una variación formal en este tipo de comedias haya venido de un realizador especialista en el género. Viaje de pirados (2000), Aquellas juergas universitarias (2003), Starsky y Hutch (2004) y Escuela de pringaos (2006) han salido de la mente de Todd Phillips. En esta cinta, una suerte de Memento (Christopher Nolan, 2000) del desmadre, la diversión y la sorpresa no sólo llegan por el atrevimiento de lo que sus autores han logrado llegar a hacer en una noche de locura, sino en cómo esto se da a conocer al espectador. Así pues, son especialmente sorpresivos el episodio del bebé, el del tigre y el del oriental Sr. Chao. Phillips rueda con habilidad y naturalidad los momentos cómicos, tras haber alcanzado cierto nivel de exigencia en el género acerca de lo que pretende conseguir. El plano de la aparición del Sr. Chao, uno de los más emblemáticos de la película cuya duración no sobrepasa los tres segundos, se repitió treinta y cinco veces hasta conseguir el ritmo y efecto deseado.
Por otra parte, se ha evitado desde el guión que alguno de sus actores sea gracioso, sino que el espectador se ría con lo que le ha sucedido respecto al caracter que tiene. Para ello, Jon Lucas y Scott Moore, pareja habitual de guionistas, configura un afortunado cuarteto donde se perfilan un guaperas (Bradley Cooper), un colgado (Zach Galifianakis), un modoso (Ed Helm) y el mencionado novio formal (Justin Bartha). La nota sentimental que no puede faltar la pone una breve intervención de Heather Graham y la boda final con Sasha Barrese.
Es también destacable el elevado tono que muestra la cinta para lo acostumbrado en el género. Lejos de un ser un film para adolescentes, en Estados Unidos ha obtenido la calificación R de películas para adultos. Y no se debe al lenguaje altisonante. Phillips no se ha cortado a la hora de demostrar que lo que pasó esa noche fue realmente un desmadre en los, por una vez, perfectamente justificados títulos de crédito. En ellos, a modo de slideshow de una cámara digital, se repasan las fotos perdidas y encontradas de esa noche. Agárrense, se sorprenderán y se divertirán.