El cine español se sube al carro del cine negro con el estreno de Agallas, cinta enmarcada en un entorno gansteril y con el narcotráfico como telón de fondo. Sus directores Samuel Martín Mateos y Andrés Luque Pérez, ambos con una amplia trayectoria televisiva, apuestan en ésta su primera incursión tras la cámara en la gran pantalla, por un thriller en clave picaresca donde muestran la ascensión al poder de un típico don nadie interpretado por un Hugo Silva sorpredente. Nuestro antihéroe, un delincuente de tres al cuarto que se ve forzosamente obligado a salir de Madrid, ve una oportunidad de oro al entrar a trabajar en una empresa de mariscos (con un suculento relleno dentro) en Galicia. Gracias a su insistencia, el espabilado quinqui se codeará al poco tiempo con el jefe/capo de la empresa (Carmelo Gómez) iniciando así su ansiada nueva vida sin vuelta atrás.
Por el camino de esta refrescante propuesta se han ido recopilando cuantiosas influencias no especialmente directas que han servido a sus realizadores. Así, desde un primer momento, nombres de relieve internacional y alguno nacional nos asaltan durante el metraje como David mamet, Garci o Enrique Urbizu (aunque la figura más reconocible la encontremos en el parecido entre James Gandolfini de Los Soprano y el personaje interpretado de manera magistral por Carmelo Gómez). Claro que estas influencias venidas del otro lado del charco pasan como un respiro ante nuestros ojos, dado que el resultado dista años luz de los anteriormente citados.
Y es que Agallas prescinde de un estilo visualmente deslumbrante y hace gala de una total ausencia del detalle. Sus orquestadores asumen escaso riesgo a la hora de narrar las peripecias de nuestro joven protagonista, optando por reforzar los consabidos clichés del cine negro más clásico para adaptarlos a nuestra realidad más cotidiana. Aún así y contra todo pronóstico, logra traspasar sus perceptibles carencias a través de un guión correcto y unas intepretaciones que nada tienen que envidiar a nuestro rivales más directos en la taquilla. Es por esto que lo que en un momento de llegó a decir de Uno de los nuestros en cuanto a que era una ambigua celebración de la libertad asesina, en Agallas se cumple al margen de la maestría que desprende Scorsese, pero con un sentido de la picaresca aderezado con acertados toque de humor “made in Spain”. Lástima que los llamados giros inesperados sin fundamento den al traste con todo lo anteriormente construido. Y es que David Mamet solo hay uno.